Del infierno al cielo.

Del infierno al cielo.

Kramen

29/03/2020

Sacar los pies del tiesto, es algo remoto, mucho más que un mando a distancia. Te lo advertían de pequeño antes que se avecinará una tormenta de collejas. Para muchos se quedó en una mera expresión, en cambio a otros fue una metáfora brújula que orientó nuestros caminos.

La mancha es un espacio enorme debajo de Madrid, hace frontera con la mayoría de sitios donde irse de vacaciones. La historia ha sucedido a través de sus paisajes, pero se escapa en el tiempo, un lugar sin pasado, ni presente y puede que ni siquiera futuro.

Las oleadas de invasiones borraron de laderas y colinas los vestigios amurallados hasta difuminarlos entre la arcilla y las extensiones de pajizos. Las rocas grandes siempre se pueden hacer más pequeñas y colocarlas en otro lugar. Todo se desplaza como el agua en el cauce de un rio, las estaciones que regulan la producción de los campos o incluso el trasegar de las personas.

Migrar es un ejemplo para alguien que se encuentra en una meseta que a su vez es infinita a la par de finita para otras cosas. De pequeño ves a las aves viajar buscando otro continente, luego ponen vías donde antes no había nada y cuando te quieres dar cuenta eres una parada de tren en el destino a la capital. Decían que traería progreso, renovación, ingresos y oportunidades… al final fue otro sumidero más para la sangre fresca de una ciudad desconocida por el resto de españoles, allí de donde nunca se vuelve.

No ocurrió a la primera vuelta de campana, para nada. Vivir en el infierno tiene sus pequeños placeres… nadie lucha por venir, no hay colas de espera ni tampoco listas de admisión. Antes de que el mundo se volviera global, si pasabas por Ciudad Real, lo primero que te preguntaban es que si te habías perdido y lo segundo que hacia donde se iba.

Sacar los pies del tiesto a veces es literal cuando vives tanto tiempo en un sitio donde crecen las raíces, y si ese lugar tiene pocos recursos fluviales, dichas raíces se incrustan en la tierra hasta allí donde el fuego no llega.

Naces como en cualquier otra ciudad, te aleccionan en colegios similares donde te enseñan a ser una pieza social, una herramienta incluso un engranaje. Te dan todos los panfletos y la información necesaria para fórmate, te preparan para la vida… encajar y amoldarse sin sobresalir ni levantar la cabeza… y cuando estás preparado para cruzar la puerta te dicen que tu localidad es un vestigio del pasado sin uso, como la fábrica de la calatrava que acabó siendo un descampado más en la llanura.

Formas parte de unas instalaciones sin más uso que sobrevivir, subsistir… para acabar siendo rueda en una jaula de hámster. Nada de futuro brillante, coches que vuelan ni tampoco la clave para la eternidad. No hay nada de eso en una ciudad sin extrarradio. Puedes tener muchos detalles de calidad pero seguir sin aparecer en las guías de turismo.

Así que utilicé esas dotes adquiridas durante años y décadas, todas esas horas de concentración máxima, de prestar atención hasta convertir el sermón en salmo e hice las maletas buscando la partida de tetris perfecta para no subir al tren con demasiados bártulos.

Era inevitable… Supongo que es algo que se pone mucho en los epitafios, pero también es cierto que cada vez se escribe menos en las lapidas o puede ser que no queden lectores o quizás devotos. Quién demonios lo sabe.

Cuando sales del infierno, lo primero que haces no es tomarte una cerveza, son muchas… La sed es desquiciante cuando no te queda más ropa que arrancar que la propia piel. Hasta un lagarto sabe a qué horas está la luz y a cuales la sombra. Pero es que ellos no tienen dinero para largarse de ese lugar. Por suerte tampoco quedan demasiados predadores en las llanuras, sin contar a los políticos corruptos ni los hijos de fortunas con piel de cordero y forrados en lobo.

No se puede vivir mirando al suelo cuando se saca una cabeza a cualquiera.

Siempre han existido las jerarquías, no necesitas un gremio siquiera para esa verdad. Lo ves en la distribución de los barrios, de las plazas de garaje en un parking, a cualquier cosa que evalúes, notarás los estratos… Pues bien en el infierno sólo hay uno, vivos y luego están los muertos (pero estos últimos no dicen demasiado ni tampoco molestan).

En cincuenta minutos puedes estar en el cielo, es un eslogan cojonudo para la unidad de terminales o también para un manchego, si vas en coche se tarda un poco más aparte de que hace años la carretera nacional era tan desesperante como pesado es pasar por los ojos del Guadiana durante una vida y no verlos llorar ni tan sólo una lágrima.

En la mancha no se llora, sólo se puede gritar estoicamente y dar abrazos.

Cuando llegué a Madrid… tampoco cambió tanto el panorama.

No se abrió cual flor exuberante que mostraba belleza y aroma. Supongo que eso es más para los que se hospedan en hoteles cinco estrellas cuyas suites rozan el salario mensual de un trabajador del montón.

Aquí empiezas en un sitio deplorable como una página en blanco para un escritor. No hay nada para ti salvo basura e indiferencia. Tienes que montarte tu propio escenario y actuar en consecuencia. No hay enchufes, ni recomendaciones, cuando vienes con las raíces fuera de los zapatos, no eres nadie. Tienes que empezar no de cero, sino desde el tercer sótano.

Pertenecer sin ninguna duda a la fila de los perdedores sin saberlo. Sin privilegios, ni pasado… las personas sin nombre se convierten en números, pero a su vez no tener cadenas ni lastres nos transforma en electrones de pura energía. El tiempo se repliega sobre sí mismo y aunque nos condena a un bucle infinito hasta el punto y final… Sienta tan bien hacer elipses doradas sin ir a ningún lado.

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