Besos, abrazos y moquetas

Besos, abrazos y moquetas

Compay Repilado

26/03/2020

Sentados en aquel autobús comenzamos a llorar. Fueron muchas las emociones acumuladas tras varios meses, varias despedidas y mucho trabajo para llegar a aquel asiento. No fuimos conscientes hasta ese preciso instante. Tres pesadas maletas iban a ser nuestro incierto inicio más allá del canal de la Mancha.

No fue el nuevo idioma, tampoco la comida, los horarios o las moquetas. Echábamos en falta la luz y la cercanía, poder abrazar y besar. Pasaron cinco años, tres trabajos y dos ciudades. Aprendimos, conocimos y viajamos. Viajamos en busca del billete más barato, solo queríamos conocer y sentir la emocionante sensación de pisar un nuevo país o un nuevo continente. Queríamos comprender muchas vidas y lugares diferentes. Solo buscábamos sentirlo una y otra vez. Nuestras visitas a casa fueron menguando con el paso de los años pero siempre estuvieron ahí, algún día queríamos volver.

El regreso llegó y con él la extraña sensación de haber olvidado. Dábamos la mano cordialmente y nos devolvían besos, intentábamos dar besos y nos sorprendían con abrazos, algo había cambiado y no entendíamos nada. La gran suerte de poder volver a tu hogar, la calle que te había visto crecer, la gente con la que querías estar y la luz. Sobre todo la luz. Buscamos explicaciones hasta en el agua, la intermitente lluvia o las continuas descargas estáticas tras caminar descalzo por un salón enmoquetado. Habíamos dejado atrás parte de nuestra vida en dos ocasiones y queríamos con todas nuestras fuerzas pensar que no había sido en vano.

Dejamos de comparar, asumimos nuestras vidas en constante cambio y continuamos en nuestro hogar, con nuestro parqué, nuestros besos y abrazos y sobre todo con nuestra luz. En aquel instante supimos y entendimos lo que conlleva dejar todo atrás. Ese «atrás» no existía, era parte de nosotros, formaba nuestra vida en común.

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