¡Algo, para mí, mágico sucedió en aquella mañana!

Estaba con mis padres María Elvira y José Efraín en un campo abierto lleno de pasto, que nosotros llamamos potrero, no sé como en un instante mi padre con la mano extendida y abierta tenía posado un pájaro que conocemos como Copetón. Me emocioné tanto que le dije a mi padre que me lo dejará tocar, sin embargo al bajar cuidadosamente el brazo, y al estar ya a la altura de mi cara, el ave salió volando.

Esta especie se conoce por casi toda América del Sur y lleva diferentes nombres, en el caso de Colombia y Venezuela se le conoce como Copetón. Puede alcanzar unos quince centímetros de largo, el pico es recto y corto, tiene varias tonalidades de color y sus patas están adaptadas a su ambiente arborícola. Su principal alimento son las semillas y gusanos adaptándose fácilmente a diferentes entornos.

Estos pequeños voladores de la sabana de Bogotá cada vez se ven menos, tienen su propio modo de comunicación de acuerdo a los lugares de la geografía nacional por donde se desplazan, el que se posó en la mano de mi padre normalmente viaja entre Bogotá y Boyacá. Sus notas sonoras son una especie de diálogo entre ellos pero al alterarse las rutas migratorias se rompe la sintonía de la comunicación. La transformación del medio bogotano con su estruendoso ruido, el desorden urbanístico, la destrucción de humedales…y la deforestación han obligado a las aves a cambiar sus trinos lo que les impide una mejor comunicación, consecuencia de ello es que a los machos les cuesta conseguir pareja, construir nidos y reproducirse.

Mi abuelo Leonardo, por parte de mi padre, era de origen campesino y en su casa tenía una especie de zoológico, que no era para visitar, sino para la supervivencia: vacas, gallinas, ovejas, conejos…además sembrados de cebolla, zanahoria, maíz y árboles frutales. Allí llegaban varias especies de aves: la mirla, la torcaza, el turpial, el colibrí… y especialmente copetones, a comer y alegrar nuestras vidas con su presencia y sus cantos.

Turpial

En el mundo hay solo cinco especies, el de Colombia se denomina Copetón Criollo, también se conoce como Gorrión Copetón (Zonotrichia capensis) o simplemente Copetón. Es un ave insignia de la capital, le gusta estar cerca de los seres humanos pero también habita en humedales y rastrojos. compite con una alta diversidad de aves a pesar de una historia que demuestra la destrucción de una gran cantidad de ecosistemas. Acentos diversos o tonalidades que nos alegraban las mañanas se han ido evaporando, ese canto que iluminaba nuestros amaneceres y rompía el hechizo de nuestro silencio, se ha ido perdiendo como el diálogo entre colombianos.

La migración a través de la historia se ha convertido en una forma de protección y supervivencia. El Centro Colibrí era una de las estaciones de ferrocarril ―en Tucson, Estados unidos― que brindaba ayuda y cobijo a los esclavos que huían del sur al norte, hacia 1860, ya que allí eran personas que tenían derechos. Estas migraciones se han hecho aún mas necesarias con el aumento de las guerras y la violencia en el mundo, es el caso de Colombia que ha llegado a ser número uno, en desplazamientos internos forzados, debido a los enfrentamientos armados. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, en el año 2019 se llegó a la cifra de 7’816.500 personas que tuvieron que huir de sus regiones por la violencia en nuestro país.

Colibrí

Dichosas las aves que desconocen los conceptos de guerra, frontera, desigualdad, miedo… Mientras los copetones salen de las ciudades en busca de árboles frutales y vegetación para subsistir, gran cantidad de colombianos salen del campo a las ciudades, para preservar sus vidas, aunque la mayoría terminan hundidos en la miseria.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS