Siempre me considere extremadamente sensible, con gran empatía hacia el sufrimiento ajeno, ¡pero ojo! en muchas ocasiones esto es para nada una ventaja y ya verán por que se los digo.
En una ciudad pequeña, con sueños y proyectos grandes, me encontraba trabajando como maestra en una escuela primaria en la que ayudaba a niños y niñas con dificultades en el aprendizaje. Me generaba una inmensa gratificación poder acompañar a ese niño o niña en el proceso de aprender a escribir su nombre, a realizar sus primeras sumas y restas y mas que nada cuando comenzaban a leer sus primeras oraciones con una voz algo tímida y cautelosa ante el temor de equivocarse.
Cuando tenia 13 años le dije a mi madre que quería ser maestra de primaria y ella con una sutil sonrisa me contesta:
-«Mi dulce Luna! Siempre fuiste desde chica tan solidaria con los demás, en primer grado decidiste sentarte con el niño que se encontraba en la ultima banca del fondo, por que te diste cuenta que era tímido. Asi que mi querida hija no me sorprende para nada lo que me estas contando».
Siempre recuerdo esa conversación, la conservo como un tesoro, funcionaba como un recordatorio del por que me levantaba por las mañanas para ir trabajar a una escuela primaria.
Pero un día, las palabras de mi madre dejaron de tener sentido, como consecuencia de estar envuelta por una burbuja absorbente y cotidiana que iniciaba desde que me levantaba y me preparaba para ir a trabajar, llegaba a la escuela, copiaba las actividades en la pizarra, luego almorzaba algo rápido nada elaborado, dormía una breve siesta y mas tarde planificaba desde mi casa las actividades de la semana. Dos veces por semana salia por las tardes al supermercado y regresaba a casa para preparar la cena que la acompañaba indudablemente con alguna película que ya había visto.
De este modo pasaban las semanas incluso meses, hasta que en una madrugada bastante rara, teñida por mi insomnio, me sentía inquieta para no decir ansiosa y entonces decidí prepararme una taza de te y sentarme enfrente de la computadora, esperando algo, no sabia exactamente que y precisamente en ese instante me pregunte a mi misma: De esto se trata? ¿Esto es vivir? ¡Debe haber algo más que solo estudiar para luego trabajar y pagar impuestos! y por supuesto que lo había! Google en esa madrugada me lo mostró.
Mi búsqueda por Internet empezó por encontrar cursos de idioma en el exterior, ya que siempre me ha interesado aprender ingles o francés. Y así de forma repentina aparece en la pantalla de mi computadora una publicidad de vuelos low cost a Barcelona, España.
De esta manera, empezó literalmente un viaje de ida, exactamente a las 4:10 a.m un 8 de Septiembre del 2015 compro un pasaje a Barcelona para el mes de Diciembre, me inscribo a un curso de tres semanas de Catalán y compro por Internet una valija de 20 kg que llegaría a mi casa en 20 días.
Lo que vino después de esa madrugada fue un conteo de segundos, minutos y días que terminarían con una imagen casi retratada como en una postal de una pueblerina que nunca había conocido el mar, que ni siquiera había salido antes de su país, para encontrarse con una valija de color rosa chicle en el aeropuerto internacional de Ezeiza rumbo a España un 8 de Diciembre del mismo año.
Quien lo diría no?Ahí estaba yo! en un aeropuerto, esperando un avión que me llevaría a un país para comenzar de nuevo, dejando atrás un trabajo estable, el olor de los cuadernos de mis alumnos por la mañanas y una rutina cotidiana que lentamente me estaba dejando sin ganas de comer.
Me acuerdo cuando baje de ese avión! Luego de doce horas de viaje y sin dormir, leyendo todos los carteles que podía finalmente llegue a emigraciones. Me atendió un señor con grandes ojos azules que me hizo un par de preguntas y una de ellas fue:
-Luna es su nombre o apellido?
-Luna es mi nombre y Azken es mi apellido.
-Vale! pregunto porque hoy en día leo cada nombre! madre mía!
Y luego tan amablemente me dice: «Bienvenida a España Luna Asken!«. Con una sonrisa nerviosa miro hacia abajo y me doy cuenta que se caía una lagrima al piso, enterándome en ese momento de mi emoción le devuelvo un gesto de despedida al oficial y me dirijo al área de taxis con pasos lentos producto de mis piernas temblorosas. De esta forma volví a respirar y el aire dejo de ser pesado.
Camino al hotel (que había reservado por diez días) escucho un ruido muy fuerte y me di cuenta que era mi estomago, sinceramente no recordaba cuando fue la ultima vez que comi algo, creo que fue hace veinticuatro horas atrás aun estando en argentina, no lo se… pero si sabia que debía comer y urgente! Media hora después una vez ya instalada en el hotel, tome mi mochila y así como estaba camine por La Rambla, llegue a un pintoresco mercado llamado La Boqueria, no podía entender el por que de tantos colores tan llamativos propios de las frutas y las verduras frescas colocados cuidadosamente para que no sepas a donde mirar, obligándote si o si a detenerte. Chocolates artesanales, pimientos y distintos tipos de paellas en fuentes enormes de hierro me dejaron sin aliento.
Sentada en la barra de un puesto de comidas probé por primera vez la famosa paella española. Y así, entendí que después de todo, el vivir se trata de esto, de empezar todas las veces que sean necesarias con el fin de encontrarnos, de temer a lo conocido y no a lo desconocido y dar valor a actos tan pequeños como el de admirar una fuente de paella y sentir desesperadamente ganas de comerla. Mirando a mi al rededor me di cuenta que ya no estaba en una burbuja y que por fin había despertado.
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