MIGRACIÓN HERENCIA DE UNA RAZA

MIGRACIÓN HERENCIA DE UNA RAZA

MIDAZ

14/03/2020

De haber imaginado que todo iba a resultar tan mal, mis ancestros no hubieran huido, se habrían quedado soportando el mismo miedo que hoy sentimos a las orillas del Atrato.

Los españoles en sus grandes embarcaciones trajeron negros Africanos hasta las costas del nuevo reino, los trasladaban por su fortaleza, aguante, coraje, capacidad de sometimiento y sobre todo por lo baratos en el mercado de esclavos. Nunca imaginaron que su salida de África estaría llena de sufrimientos y muertes. La construcción de las fortalezas y los fuertes estuvo costeada con la sangre de los tiranizados, millares que no dejaron linaje porque sus mujeres terminaron dando a luz los descendientes mulatos de sus transgresores. Luego de años de soportar y esperar, por fin una oportunidad, la gran rebelión en Cartagena.

Muchos se adentraron en las montañas hoy conocidas como los montes de María, los cimarrones como fueron llamados formaron sus palenques en donde iniciaron el rescate de sus tradiciones teológicas y culturales, pero la dicha no fue la panacea, el oscurantismo les persiguió, la cacería de brujas comenzaría en nuestro territorio; las negras ancianas y las jóvenes que huyeron de sus sodomitas serían buscadas y quemadas. El desasosiego los invadió, la solución adentrarse a terrenos aun no pisados por los conquistadores. La migración inicio en ese entonces, más de trescientas mujeres negras pagaron por su viaje desde la capitanía de Cartagena de Indias hasta la inhóspita y espesa selva de lo que hoy es el pacifico colombiano.

Esperaron, días largos entre los cerros de Cartagena hasta que Díaz, el dueño de muchos de los terrenos cercanos al fuerte les envió la misiva de poder embarcar. Viajaron solas, dejando con sus miradas los amores a la misma velocidad en el que se desplazaba la canoa en donde navegaron, algunas cargaron en su ser el fruto de sus relaciones clandestinas, lo único que no les fue quitado, todo lo demás simplemente no lo volvieron a ver.

Llegaron hasta las costas del Darién, hoy Acandí, abandonadas a su suerte, sabían que no podían quedarse en el lugar, desplegaron su decisión mucho más allá, hasta llegar al terreno donde conformarían su asentamiento; nunca fueron encontradas. La conquista desplegó sus redes y conquistaron el pacifico. Don Vasco Núñez de Balboa exploró gran parte del territorio, pero el miedo fue más fuerte que su afán de expandir la colonia; si, sintieron terror de las historias que se contaban de mujeres a las orillas de los ríos que se convertían en animales enormes que destrozaban las embarcaciones devorando a su tripulación. Mitos de espíritus que vivían en la espesura. Nadie podía verlos pero se escuchaba el caer de los grandes árboles derribados con su poder. Entre leyendas subsistieron, pero la historia las olvido como todo aquello que sucedió antes de su éxodo. Trescientos Noventa y nueve años, de un tiempo que no se detuvo, de un desarrollo en masa en todo el lugar y el mundo, pero las brujas se quedaron entre los manglares, aferradas a sus creencias, balanceando su mundo con cantos alegres al compás del llamador, entre currulaos y Bullerengue.

Lo que había sido respetado volvería a derrumbarse, la guerra se expandió en Colombia los grupos al margen de la ley crecieron, las guerrillas sembraron una oleada de miedo, los narcotraficantes se abrieron paso a sangre y fuego, los Paramilitares ya no eran aceptados como una organización gubernamental y los espacios se fueron reduciendo; no podían convivir en el mismo escenario, compartiendo sus rutas de Narcoterrorismo, de estelas de muertos y se adentraron en las serranías, a las selvas, huyendo de la justicia, aquellos territorios jamás antitéticos salieron a la luz convirtiéndose ahora en blanco y escondite de los insurgentes.

El gobierno había iniciado planes para ayudar a las comunidades afro descendientes, en una tarea de colosos, lograr brindar una mano del estado social a la población que desde la conformación de su quilombo no se sabía de su existencia. La militarización de la zona no trajo los resultados que se trazaron, antes por el contrario ahora las colonias negras eran miradas como posibles colaboradoras de la red de informantes. Llegaron los panfletos, las amenazas y de nuevo la zozobra, el terror, la muerte…

Los currulaos cesaron, no se volvió a cantar a la lluvia dando gracias por la abundancia venidera, los Bullerengues se entonaron por las almas muertas, de los hijos asesinados en una masacre que no permitiría los volvieran a olvidar, la aniquilación de un pueblo arrinconado, de una historia desconocida y la migración de los asentamientos inició. Familias enteras en busca de seguridad, de trabajo, de oportunidades. Trayendo consigo la nostalgia y los recuerdos de sus ancestros, para mostrarlos al mundo como se mostraron los tesoros ocultos de los galeones en alta mar.

Llegaron a las ciudades para aprender a olvidar, para perdonar la intolerancia, hasta quedarse y arraigarse en su nueva cultura, cantando suavecito casi en susurro a sus muertos. Himnos nacidos desde las profundidades de sus almas, aunque para muchos, los negros no tienen alma.

“… Llora… como los aguaceros corren, llora

De donde viene este dolor ay hombe, llora

Grito de dolor mi pena, llora

Ya no aguanto más Juana, llora

Ayeeeeeeee, eeeeeeee…

Llora… llora…”

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