Demudada la angustia en furia y un río espeso de lava en las entrañas

Se me agolpa un agua tibia en la boca e irrefrenable viene la arcada

Asqueada de amanecer conmigo misma en esta inmensa y fría cama,

Colgando un brazo del borde, la boca abierta las piernas, arqueadas

Evito tozudamente ocupar el lugar que largo tiempo a mi lado gastabas

Evito añorar la leve contracción involuntaria de tu quijada adormilada

Evito desear el palpitar tibio entre los vellos de tu pecho acomodada

En este infierno frío, de picos de nieve metidos a fuerza en la almohada,

En estos instantes eternos de amalgamada infamia y alegría prolongadas,

En el vértice filoso de cordura y locura, entre el caos y la paz estancada,

Graznan pájaros en lo alto, siniestros anuncios de soledad y desamparo

De lluvias y fríos imperecederos, de vértigo, truenos, saña, temor y calma

Ensombrecen mis ojos de anhelo, de tanta inercia, forzosamente segada

Uno a uno caen mis mejores momentos, se estrellan y salpican el suelo,

De la luz guardo solo destellos, del amor vanos recuerdos, de mí, silencio,

Acogida en este espacio cómodo, aunque sigue sintiéndose un féretro,

Como una condena, como un riguroso tormento e igual veo azul el cielo,

Desde este ventanal enorme que permite entibiar al sol mis sólidos huesos

Desde esta altura que impide certeramente que suba la humedad del suelo,

Guitarras, un silbido, un goteo, que llenan horas muertas de desconsuelo,

Un cansancio agudo de maratón, un dolor de parto, un cuerpo que no huelo,

Oteo el entorno, tan pulcro, tan suave, cálido y callado y sigo sin consuelo

Desearía abrir los ojos y ver a ratos; disturbio, desgarros, alborotado el suelo,

No es acorde a lo que ahora siento este ambiente almibarado y casi perfecto

Debería romper las cortinas pastel, y manchar las paredes con barro y estiércol,

Romper tus fotos, y botar tus libros, tu ropa, tus llaveros colgando aviesos,

Desencajar el cuerpo en chillidos agudos y desenfrenados, casi lastimeros,

Beber a sorbos mi llanto tibio, salobre, de estos ojos rojizos y tumefactos,

En cambio aquí estoy, apenas aspirando un cigarro, con los pies fríos y blancos.

Con una bata de seda azul cobalto con el lazo apretado, un libro en el regazo,

Y entiendo lo que leo y me meto en el relato, mientras en sol lento va bajando

La suave penumbra me va cubriendo despacio, avanzando con sigilo y descaro,

Y se hace de noche en este sillón afelpado, yo por fin he soltado el último cigarro,

Como en un rito bajo los pies y me voy estirando, los miembros descoyuntados

Dejo el sillón y solo por el placer rugoso de la cerámica en la piel, me descalzo,

Pienso entonces en un café, un dulce, incluso en algo mucho más elaborado,

mi estómago se niega rotundo a recibir bocado y termino como esta mañana,

En este extremo mullido, asedado y cálido que me recibe como a un condenado.

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