Ahora todo me recuerda el camino.

En mi niñez, viví en una bella vereda del Valle del Cauca en Colombia. En esta zona montañosa las calles eran caminos de tierra con un color mostaza y rojizo.

Al recorrer este camino se podía observar los surcos de sembrado de plátanos, granadillas, y café con su aroma peculiar; además de la vista del nevado del Ruiz a lo lejos, las planicies del fructífero Valle y las grandes ciudades que allí se encontraban.

Fueron nueve años inolvidables en los que jugue con mis primos y amigos a trepar en árboles, rodarnos por las montañas dentro de una caneca, preparar la comida en tarros de leche en un fogón improvisado, montar en bicicleta, y muchas más aventuras.

Compartí con mis familiares más cercanos: Mis abuelas siempre preparaban deliciosas recetas; mis abuelos y tíos, me enseñaron a plantar y recolectar café y otros cultivos y aprendí la importancia del campo y de las personas que se dedican a esta labor.

Por motivos económicos mi familia tuvo que trasladarse al otro extremo del país. Aquí la gente, el clima, las costumbres, sin mi familia, en fin, en la ciudad todo era distinto. Con el tiempo, logramos adquirir una estabilidad (casa, amigos, una profesión, etc), pero aún, despues de casi quince años, el olor al césped recién cortado, al dirigirme por senderos sin pavimento, al pasar por lugares donde procesan café, todo me recuerda el camino de mi ñiñez.

En algunas vacaciones he podido regresar a este bello lugar, cada rincon me hace «viajar en el tiempo» y la calidez de la gente y el amor de mi familia me hace añorar regresar definitivamente.

En esta etapa de mi vida es más factible vivir en la ciudad, pero espero con el tiempo pasar mi vejez en la tranquilidad del campo, disfrutando de los olores y las hermosas vistas que al recorrer el camino se pueden apreciar.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS