CALLES EMPEDRADAS

CALLES EMPEDRADAS

JULIUS

28/12/2018

Ese 24 de agosto, Horatius condujo su carro por las calles empedradas como todos los días, descargó las últimas ánforas de vino en la taberna de Curius, platicaron un poco sobre el espectáculo que habían presenciado la semana anterior en el anfiteatro local y luego volvió a subir al pescante con la intención de regresar al viñedo lo antes posible. Tenía que recorrer una buena distancia y los bueyes ya estaban cansados del trajín de toda la jornada, y también él lo estaba. Además, había estado oyendo lo que parecían ser unos truenos muy potentes y el cielo se estaba oscureciendo rápidamente; mejor regresar lo antes posible.

Avanzó por las calles de la ciudad brincando sobre las piedras lo más rápido que pudo buscando la salida habitual, esquivando peatones y otros carros de comerciantes que también terminaban su día de trabajo. Sin embargo, ello no le impidió observar que se habían formado algunos grupos de personas con rostros de preocupación que platicaban en voz alta. Intrigado, dio la voz de alto a los bueyes para saber qué estaba pasando. En cuanto el carro se detuvo se sorprendió: estaba frenado y sin embargo podía sentir que se seguía agitando, era muy raro…

-¿Qué está pasando?- inquirió al grupo de personas junto a las que se había detenido.

-Parece que hay un nuevo terremoto- gritó asustado un chaval que optó por salir corriendo vaya a saber con qué destino.

Horatius no lo dudó ni un momento, azuzó a los bueyes y continuó su búsqueda de salida de la ciudad de Pompeya. Pero ya era tarde, las salidas se habían atestado y el Vesubio, implacable, cubrió de cenizas mortales todas las calles, casas, plazas, anfiteatro, prostíbulos y foro en tan solo una noche.

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