Sentir, compartir, entender.

Sentir, compartir, entender.

Nina

08/09/2019

Julio 2017, después de 12 años decido dejar mi empleo para ser mi propio jefe, con la emoción que conlleva iniciar un nuevo camino y dejar atrás un trabajo que ya no me representaba.

Julio 2019, dos años después, el sueño de emprender ha resultado más difícil de lo que esperaba, me siento abrumada por cubrir mis gastos fijos, vivo del financiamiento de mi tarjeta de crédito y empiezo a considerar poner en pausa mi sueño y regresar a la estabilidad económica que ofrece trabajar en una empresa.

Confundida y sumergida en mis problemas decido con mi mochila al hombro, tomar un respiro, alejarme de la ciudad y de mis problemas existenciales.

Me dirijo al estado de Morelos, sin embargo, un documental proyectado en el autobús cambia el rumbo de mi viaje. Arribo a Veracruz, a la Patrona, una comunidad de Amatlán de los Reyes en el centro del estado. En este lugar existe un grupo de mujeres conocidas como «Las Patronas» dedicadas en cuerpo, mente y alma a alimentar a los migrantes centroamericanos que viajan a bordo del tren conocido como “La Bestia”. Este admirable grupo de voluntarias se permite brindar esperanza alimentando a las personas que van en busca del sueño americano. Para ellas no existen días de descanso y dejando de lado el hábito de la individualidad, todos los días, se encargan de preparar la comida y pacientemente esperan a que pase el tren.

Al llegar a la comunidad se respira un ambiente de armonía, apoyo y servicio, de lado se quedan las condiciones rústicas del lugar, cada una de las voluntarias tiene tareas asignadas, las cuales contribuyen a lograr el objetivo de entregar alimentos y bebidas a los migrantes todos los días.

Al escuchar el sonido del tren ellas están preparadas para entregar a los migrantes las bolsas de comida, al ver a «Las Patronas» las personas que viajan en el tren sonríen agradecidos, estirando sus manos para recoger los alimentos y recuperando la fe en haber elegido el camino correcto al dejar su país en busca de mejores condiciones de vida para ellos y su familia. Bajo esta gratificante rutina transcurren los días de mi gratificante viaje.

Lo que más llama mi atención es que estas mujeres no se preocupan por la parte económica, no se intimidan por el dinero, ellas simplemente confían en su misión, comparten sin esperar recibir, son empáticas y sienten la necesidad de los demás, dejando de lado la individualidad de sus problemas y necesidades propias.

Reflexionando mi viaje obtengo una gran enseñanza, estas grandes almas me dejan ver que para ayudar no necesitas tener mucho dinero, que ser empático incluye sentir y comprender sus emociones, que ser altruista significa entender que mis problemas no son más importantes que los de otras personas, y que compartir con los demás nos hace un solo núcleo, una sola vibración, un solo latido en donde todos somos uno.

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