El mar es un mar de sorpresas, de misterios, de revelaciones y manifestaciones tan insondables como su propio lecho donde la vida marina se desarrolla de manera tan fascinante que de alguna forma hace sinergia y se relaciona con quien lo vive y disfruta al visitarle.

Ir de paseo a la playa es la mejor de las citas a ciegas. Expectantes ante el furor de las olas o su calma inusitadas somos como un muñeco de trapo con una sonrisa de estúpido pintada en la cara.

En su mente quedaron para siempre grabadas anécdotas de paseos, nostalgias de pasados satinados con alguna travesura que el mar le prodigaba a cada encuentro; señales y designios que de manera alguna marcaron pasajes importantes de su historia.

Uno de ellos, muy impactante, fue producto de un viaje de «solteros sin conciencia», un paseo que se desarrolló en medio de «una borrachera por turnos» a las playas de San Bernardo del Viento con un hermano suyo llamado Lorenzo y otros dos amigos. Inicialmente viajaron en un bus de pasajeros, allí él iba dormido pues los demás se habían encargado de «trastearlo» completamente borracho desde su casa hasta la terminal del transporte de la ciudad; luego, diez horas más tarde, ya más sobrio y a pleno sol, le vieron atravesando el parque principal de la población de Lorica (Córdoba) con dos carretilleros que transportaban, además del equipaje, a sus tres acompañantes ahora profundamente dormidos producto del alcohol ingerido por ellos durante el viaje. Un jeep, de los popularmente llamados «chiveros’ en la zona, los dejó a la orilla del camino desde donde supuestamente llegarían a pie y sin mayor problema hasta la tienda de Camilo, lugar en la playa adonde irían supuestamente encabezados por su hermano Lorenzo, a quien luego de haber despertado con gran dificultad, le enviaron en búsqueda de ayuda. Mas, según se supo luego, no tuvo otra alternativa distinta a la de volver a quedarse dormido en un recodo del sendero, pues en su estado, cruzar un puente de güadua sin pasamanos fué un reto imposible de asumir.

Pasadas las cinco de la tarde, en vista de que nadie acudía a ayudarles, decidió salir a buscar la playa. Allí comenzó el paseo… casi que olfateando lo que el viento le advertía como una muy cercana humedad marina, percibió cómo salía ésta a su encuentro merodeando coqueta por entre espléndidas formaciones rocosas que sospechaban ser vestigios de una civilización muy antigua depositada allí Dios sabe cómo y cuándo. Enseguida, un camino entre árboles milenarios y maleza exuberante abrió espacio hacia un mar imponente, que entremezclaba tonalidades desde el verde y el azul sobre un paisaje cuyos rayos de sol reflejaban su luz sobre una piedra inmensa que al ser mojada por las olas les hacía estallar de alegría iluminándolo todo….

A un lado, una señora de edad era sostenida por una jovencita atractiva. No obstante, corriendo acudió al encuentro del agua tirando medias, zapatos y morral sobre la playa con la obsesión de sentir el mar desde la desnudez de sus pies, como queriendo quizás entrar en contacto con aquella naturaleza emergente venida de muy lejos, encontrando como reacción fiel a las circunstancias unas profundas ansias de orinar, a lo que procedió de inmediato extasiándose desde el deleite de la miccion e ignorando en lo absoluto a aquellas dos mujeres, quienes procedieron horrorizadas a salir hacia la orilla y alejarse.

Luego, mientras superaba la dificultad de calzarse aún mojado, apareció un muchacho a quien de un grito llamó su atención para preguntarle si de casualidad él conocía a Lorenzo, quien estaba perdido; a lo que, levantando sus hombros respondió que por supuesto,pues Lorenzo y un hermano suyo eran compañeros de universidad y visitaban desde hacía un buen tiempo y con frecuencia aquel lugar. Supo además que se trataba de hijos de aquella señora con quien la joven estaba en el mar y que le había expresado a su madre en términos de un asco total y profunda indignación que con un tipejo de esos no saldría ni a la esquina…

Ya donde Camilo se llevó a cabo la conformación de un bloque de búsqueda para encontrar a Lorenzo y traer a los otros dos amigos que habían quedado dormidos debajo de un árbol; y entrada la noche, el equipo completo de rescatados procedió infructuosamente a armar la carpa marca Calé con la determinación final de tener que dormir sobre la arena cobijados por la carpa.

Al día siguiente, ya bañaditos, los cuatro muchachos por fin sobrios fueron a pie a Paso Nuevo donde dos pescadores artesanales procedentes de Isla Fuerte les vendieron una langosta monumental, aún viva. Emprendieron el regreso a Punta de Piedra, siendo obligatorio cruzar por la cabaña de las ofendidas, madre e hija, a quiénes tímidamente él sólo pudo expresar con propósitos de romper el hielo generado por su ordinaria actitud de la tarde anterior, que él directamente se había encargado de atrapar aquella langosta e invitando luego a todos en casa a una fogata aquella noche.

Llegada la noche, aquella fogata elaborada con palos y troncos que el mar había transportado hasta allí desde riberas del río Sinú, iluminaba un ambiente de cielo estrellado al compás de olas fosforescentes que acariciaban la orilla una y otra vez… y allí estaba ella, muy esbelta con un pijama rosado a cuadros y una bonita sonrisa en sus labios. Tras un saludo tímido, ambos accedieron a sentarse en el piso, espalda con espalda y más tarde, a medida que la charla y los gestos de camaradería auguraban el nacimiento de una relación perpetua, fueron juntos a la carpa a buscar aquel tema de Serrat:

«Fue sin querer…

Es caprichoso el azar.

No te busqué

ni me viniste a buscar.

Tú estabas donde

no tenías que estar;

y yo pasé,

pasé sin querer pasar.

Y me viste y te vi

entre la gente que

iba y venía con

prisa en la tarde que

anunciaba chaparrón…

Tanto tiempo esperándote…»

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