¡Viajo, luego existo!

¡Viajo, luego existo!

SUNY FREEDOM

09/09/2019

Desde tiempos ancestrales, o desde que tengo memoria, he sido un viajero. Ya ni puedo recordar con exactitud el primer destino al que me dirigía. Vagamente en mis sueños tengo destellos de recuerdos que, al despertar, suelo olvidarlos. Lo raro es que no me recuerdo siempre de la misma forma. Fui viajero molecular, viajero de luz, hasta del tiempo; anduve con planetas, cometas y estrellas. Visité galaxias, constelaciones, nebulosas (ellas dicen que de ahí vengo yo).

Un día, comencé a oír rumores de que un planeta llamado «Tierra» estaba siendo el boom del momento. Y yo que siempre me he considerado un curioso, me dispuse a buscarlo en «Google Maps«. ¡Ah, no! Ese maravilloso invento existía en el futuro, ¡oops! Ya ves, es que soy un viajero del tiempo.

Pregunté a la Luna, que andaba de pasada flotando sin mucha prisa, si había estado en aquél planeta y me dijo: -Sí, me ha tocado alumbrarle en las noches. ¡Vaya que es muy bonito! Eso sí, hay seres muy extraños, que me miran fijamente como deslumbrados y otros hacen sonidos a penas aparezco. Pero pregúntale al Sol, él lo ve siempre de día.

Ya la idea de visitar este planeta no me dejaba dormir, pensaba en él todo el día. Algo me decía que sería una gran aventura.

Una mañana, sentada en un cometa, tomando mi café, le pedí que me llevara hasta el Sol, pues me urgía preguntarle algo. El cometa, que ya me conocía; sabía que algo me traía entre manos.

-¡Buenos días señor Sol! ¿qué tal su mañana?- Pregunté

El Sol, que estaba en plena faena laboral, no podía verme con tanta luz.

-¿Quién eres y a qué has venido?- Respondió exaltado.

-Estoy pensando en emprender un nuevo viaje y me hablaron de un tal planeta llamado Tierra, que es muy hermoso, algo salvaje y un tanto exótico. ¿Qué opina usted?

El Sol se dio vuelta hacia mi y me dijo con una tierna sonrisa.

-Ponte los lentes, hijo y sube a mi regazo.

Emocionado, obedecí de inmediato y al treparme por los rayos del Sol ahí estaba La Tierra. Me quedé en silencio, atónito varios minutos, contemplando aquél paraíso.

-¿Qué es esa luz que lo recubre?- Pregunté

-Es la capa de ozono, la fiel protectora del planeta.- Exclamó.

Wow! ¿y por qué tanto azul?

– Porque La Tierra está compuesta en su mayoría por agua, es el fluido más importante para el desarrollo de la vida en ese lugar. Lo que ves de color marrón es el suelo por donde se desplazan las diferentes especies que allí habitan y el verdor se lo llevan las selvas, los bosques, las montañas. Y todo convive en perfecta armonía, porque ninguno puede funcionar sin el otro; tal como es aquí en el espacio.

– Y entonces… ¿qué lo hace tan atractivo y diferente si todo funciona igual?- Pregunté un poco decepcionado.

– La muerte, mi querido viajero, la muerte. Los seres que ves moviéndose de un lado al otro, riéndose a carcajadas, llorando o tomando sol en esas lindas playas, saben que tienen el tiempo contado. Que sus vidas tienen fecha de caducidad, por eso viven tan enérgicamente; han nacido con una misión que cumplir y una vez lograda deben marcharse. Son efímeros y eso es lo que ha llamado tanto vuestra atención. Debo irme, ya está la Luna en camino.

¿La muerte?, ¿tiempo contado?, ¿efímero? Todas esas palabras me habían dejado perplejo. Me sentía confundido, cabizbajo y con un sinsabor por dentro, pues, lo único que quería era emprender una nueva aventura a aquél lugar que todos veían tan atractivo y ahora a mi me causaba un poco de miedo.

-¿Qué pasa viajero, que tienes la mente en las nebulosas?- Preguntó una vieja y sabia estrella.

-¡Tengo miedo!- Exclamé.

– Eso significa que estas por hacer algo muy importante para ti- Dijo la vieja estrella.

– Siempre he sido un viajero, nunca he temido moverme; el camino es mi hogar, la aventura mi religión y lo desconocido siempre me ha hecho feliz. Pero me han dicho que para viajar a La Tierra debo aceptar la muerte y la verdad es que no quiero morir. Ni siquiera sé que significa.

De repente una estrella fugaz pasó delante de nosotros, bailando, tan llena de luz y de vida, que entendí, en esos cinco segundos, que morir valdría la pena.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS