Y el destino nos regaló un día más en Croacia. Tanto queríamos evitar la capital
del país en forma de corbata que tardamos en abrir los ojos ante la hospitalidad capitalina. Así fue que nos mostró que un lugar urbano no está reñido con la amabilidad. Habíamos llegado a las 13:00 al centro de Zagreb y nuestro tren con destino Budapest salía a las 10:00 de la mañana. El despiste que teníamos con los horarios y las pocas ganas de hacer auto stop nos ayudó a decidir pasar allí la noche. Pusimos en marcha nuestro sentido hostelácnido y llegamos a Chic Hostel; con una entrada desoladora que vaticinaba lo peor. La carencia de expectativas propició la agradable sorpresa. –Minutos antes casi me había llevado a un ciclista por delante con mi mochila… Dicho ciclista resultó ser nuestro recepcionista, guía y angelito de la guarda. El nuevo hogar olía genial y hacía juego con mi aislante morado. El espacio bien aprovechado y coqueto nos acogió maravillosamente.

Una hora y veinte. Me parece una vida. Vuelvo a casa y me esperas, adoro ser recibida. Agradezco a la vida por darme estas alegrías. Aquí en la seguridad del avión y disfrutando de la paz momentánea que nos regala el azafato-vendedor de mercadillo reflexiono sobre mi noche en Budapest. Mi primera y única impresión –no dio tiempo para más– es que, al igual que el Danubio recorre largas distancias, el visitante ha de prepararse para hacer lo mismo si quiere conocer la ciudad del río azul. Y ese fue mi acompañante… Tras dejar las mochilas en nuestro hostel-aprovecho-el verano para amortizar el colegio mayor y, confundir el parlamento con la catedral, logramos quedar con nuestro amigo húngaro que nos llevó al centro cultural cuya fama lo ha transformado en enclave turístico.

Una fábrica abandonada hace las veces de bar-restaurante-vinoteca-disco-síndrome de diógenes. Sentada en mi silla de dentista, vintage mas silla de dentista, me tomo un vino de una de las zonas vinícolas renombradas de Hungría. El vino blanco es más barato (350 florines/1€) y el depósito por copa (500 florines/1,5€). La compañía es muy agradable y lo que era un encuentro a tres se convierte en un grupo de cinco dado que el destino hace que volvamos a ver a los israelitas con los que compartimos tren desde Zagreb. No recuerdo sus nombres pero si la buena impresión que me dejaron. Ya con más confianza aproveché para que conocieran un poco sobre mis inquietudes espirituales. Y es que en el tren yo no estaba muy comunicativa así que le pasé el testigo a Alice tras refugiarme en la Lonely y escucharle decir «I like trance so much, I like festivals a lot». Y claro, los chicos supusieron que éramos unas raveras-festivaleras… Si, me gusta bailar, aunque comienza a agotarme el ruido sin sentido. He de reconocer que Alice me mostró una manera de disfrutar del kaos. Lástima que su kaos y el mío no coincidan.

Vuelvo a los israelitas. Mantengo una conversación apasionada con el ingeniero sobre I.E. y acabo ejerciendo de confesora. He de reconocer que me gusta la sensación de comprobar que a algunas personas mi presencia les aporta bienestar. Procuro transmitirle mi amor por la humanidad y observo brillo en sus ojos. –No, aún no se había tomado su primer cerveza. Interesante velada que para mí termina al escuchar «esta noche no se duerme». Si, pequeña princesa del kaos, tu sentencia fue el detonante de mi no. Tras quince días asintiendo, mi cuerpo y mi mente coinciden en su respuesta. No quiero más vino, no quiero más ruido, no quiero más sin sentido. Con suavidad y tacto vertí lo que quedaba de mi bebida en su copa y emprendí un solitario paseo de vuelta a casa. –Perdón, ¿he dicho solitario?.

Según salí del bar-asociación guiri-meeting point vi que un chico acompañaba mis pasos. «Are you from Israel?». He perdido la cuenta de las veces que me han hecho esa pregunta. «No, but I have to go there because I know I´ll be there like home».Me gusta el pueblo judío pero no había puesto a Israel en mi lista de los más anhelados. Por el camino me recomendó Tel Aviv y me la comparó con Barcelona. También me habló de su futuro viaje a Sevilla. Yo le escuchaba mientras continuaba mis pasos. No era mala idea ir con él en mi regreso nocturno por la gran ciudad –pensé. La conversación era interesante e iba en mi mismo sentido. Según comenzaron los piropos comenzaron mis bostezos. Me preguntó por mi novio y le respondí que estaba durmiendo en España. Le interesa saber con quien viajaba a lo que le contesté que con una amiga. El uso de la palabra amiga en inglés da pie a mal entendido ya que girlfriend no es lo mismo que a friend girl . Intentó corregirme y como yo ya he decidido que termina la conversación le lancé la estocada. «Si, mi novio está durmiendo en España y mi novia está en el bar. Y yo me voy que llego tarde a mi cita con el Danubio». Con una sonrisa en la cara me despedí de mi proyecto de amante disfrutando de la paz de mis pasos.

Varios cómplices aparecieron en mi camino devolviéndome la sonrisa. No, no sentí nada peligrosa a la ciudad de los dos millones de habitantes. Pasé junto a un vagabundo que disfrutaba de la lectura de un libro, compartí un pedazo de río con una pareja que curioseaba por unos ventanales. Los seguí. Sin mapa ni gps llegué perfectamente a casa. El río me guió. Ya en el hostel me entretuve con la wifi de la recepción mientras disfrutaba de un cacao caliente. El sueñito me mandó subir y, al coger el ascensor, noté que alguien se daba prisa para entrar conmigo. Era un chico francés que me invitó a tomar algo en su habitación. Tremenda ciudad –pensé. Desistí su oferta con una sonrisa y disfruté de las mieles del NO.

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