Clara abandona el dormitorio en camisón. Sin bragas. No quiere hacer ruido con el cajón de la cómoda y se despierte el cerdo que duerme a su lado.

Hoy lo va a liquidar y quiere estar preparada. Después podrá volar, volar, volar…

Con la luz de la mesilla lo ve dormir. Espatarrado. Con los huevos al aire. Podría arrancárselos y hacer picadillo con ellos. Podría cortarle la polla en rodajas. Podría… pero pensando que todo se llenaría de sangre, desiste. Mejor hacerlo como ha planeado.

Quise matarlo hace tiempo, pero fui una imbécil. Con todo lo que me ha hecho sufrir: golpes, insultos, violaciones… y nunca me decidí. Pero hoy se acabará esta historia.

Saca la maleta que tiene escondida tras las cortinas. Repasa el contenido: pasaporte y billete de avión (solo de ida). La cartilla del banco y una tarjeta de crédito nueva.

Ha limpiado la cuenta corriente de su marido. Todo lo que tenía acumulado el hijo de puta con sus trapicheos, ahora es de ella. Le ha dejado sin blanca. ¡Qué se joda!

Bajo el catálogo de la agencia de viajes ha metido los dos biquinis nuevos que se ha comprado. ¡A la mierda el viejo bañador que me tapa todo!

Mira las fotos del catálogo y se le cae la baba. Los hoteles, las palmeras, las playas… Y los hombres, bronceados y musculosos que posan casi desnudos. Parece mentira que sean de verdad. ¡Cuándo llegue, al primero que pille me lo como! piensa Clara.

Una última mirada a la maleta. Está todo.

Lleva tanto tiempo pensando en el viaje, que le cuesta creer que esté tan próximo.

Preparará el desayuno. Cuándo el cabrón se levante ha de parecer que todo es como siempre. Que es un día más.

Sí. Cabrón. Además de hijo de puta es un cabrón. ¡Si contase las veces que le he puesto los cuernos con el vecino de enfrente… !

Siempre tuve ganas de decírselo, de restregárselo en la cara. Solo para joderlo y hacerle sufrir. Para ver la cara que ponía. Pero fui prudente, ¿para qué buscarme problemas?

El vecino de enfrente es cojo. A veces pone objeciones y no quiere. Tengo novia, dice, pero luego se anima, y cojo y todo, folla que da gusto. Para Clara es un desahogo y no se arrepiente. Al contrario. ¿Cuántas veces ha ido el cabron de putas? Pues eso.

Cuando su marido pasa al baño, ella entra en el dormitorio, a vestirse. Bragas nuevas. De encaje. Sujestivas. y sensuales. Las que siempre quiso tener. Sujetador también de encaje. Provocador. ¡Qué bonitas me hace las tetas! Ante el espejo se toca el cardenal del golpe que el cabrón le propinó en el pecho. Aún le duele y el moratón del ojo se está poniendo amarillo.

Tendré que comprar maquillaje.

Se retoca el pelo y vuelve a la cocina.

El hijo de puta está ante el tazón de Cola Cao y las galletas. Comiendo como un cerdo, mientras ella lo mira de reojo. Esperando.

Lo tiene todo pensado. No puede fallar. El cabrón se romperá la crisma cayendo por la escalera. Y por fin, todo habrá acabado. Y seré libre. Y podré viajar, por que este hijo de puta no me llava a ningún sitio.

Viajaremos por Europa, América, Asia… decía antes de casarnos. Y solo me llevó a un pueblo de Soria cuando enterraron a su tía Encarna.

Mientras su marido se pone la chaqueta, Clara, moja el rellano con agua jabonosa. Él sale, y ella lo sigue. El suelo está muy resbaladizo. Cuando el comienza a bajar la escalera, Clara no tiene más que empujarlo. No mucho, solo lo suficiente para que se estrelle, para que se mate de una puta vez. Para que se rompa los cuernos.

Y nadie la ha visto.

Clara, agarra veloz la maleta, pero algo la detiene, ¿qué pasa? La vecina del primero grita desde abajo.

¡Tu marido se ha caido por la escalera! ¡Gracias a Dios, está vivo!

¿Está vivo? ¿Gracias a Dios? Joder, el hijo de puta no ha muerto.

Han pasado los días. Demasiados días. Clara ha tenido que fingir sufrimiento y mostrarse apenada. Ha dormido en la maldita butaca del hospital y le duelen todos los huesos. Y se le está pegando el olor de los enfermos. ¡Qué asco!

Pero ya lo va superando y ha comprado otro billete de avión. La maleta permanece intacta.

Hoy volverá al hospital a ver a su marido y en el bolso ha metido un frasquito que ha comprado por Internet. Piensa que con eso será suficiente. Que hoy será el fin de la historia.

Quiero volar, se dice. Y sale dando un portazo.

Jesús Oliveira Díaz Playa San Juan, julio del 2019

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