El miedo es una actitud hacia el futuro.

Mientras contemplaba el espacio, Mike jugueteaba con la microcinta, dando vueltas al asunto. Observó la nota por última vez: “Léelo una hora antes del arribo. Paul”.

«Si ha escrito eso, por algo será», pensó Mike. Paul era un viejo amigo, lo cual ayudaba a refrenar su natural ansiedad. Sin embargo, aún faltaban veinte días para llegar a Marte y la preocupación lo estaba consumiendo. No era para menos. Quince días atrás había sido convocado de urgencia para viajar solo a la Colonia MarSara. El viaje, además, estaba fuera del calendario.

Sus superiores habían decidido no revelar todos los detalles, únicamente sabía que se trataba de una importante misión de rescate. Sin embargo, antes de su partida, Mike recibió una visita extraoficial de Paul, quien por ese entonces detentaba un cargo superior en la Milicia Espacial. En la reunión, se había mostrado inusualmente inquieto y, al final, se había limitado a entregarle ambas cosas.

Desde su partida Mike se encontraba intranquilo: «Si me ha dado el informe es porque no me han dicho la verdadera razón», sospechó. Sin embargo, lo más extraño era la nota: «Sin dudas quiso prevenirme de algo serio, pero ¿de qué?»

Al decimoctavo día de la misión tomó la decisión de leerlo. Se convenció a sí mismo de que no había ninguna buena razón para no contar con información relevante con un tiempo prudencial. Tomó la microcinta y la insertó en el receptor. La pantalla mostró:

Misión de rescate #46 – Clasificado

3/4/2087 – Colonia MarSara, sector 21

Se recibe señal de socorro. Mensaje cifrado: “Los marcianos llegaron”. Se interrumpen todas las comunicaciones.

Enviar explorador. Analizar causa. Tripulación: 1. Efectivo inmediato. Firma: Alto comando.

Mike fue invadido por un profundo terror. Estimó que era muy probable que estuviera viajando hacia su muerte. Inmediatamente, su sagaz intelecto comenzó a analizar los escenarios posibles: «Si las comunicaciones se cortaron, lo más probable es que estén muertos», pensó. Pero, el mensaje era ridículo: “Los marcianos llegaron”. ¿Se trataría de algún tipo de código secreto? ¿Qué podría significar?

Los siguientes días no pudo conciliar el sueño. Se retorcía en su litera y le era imposible calmar su mente. Lo más factible, supuso, era que se hubiera producido algún tipo de falla en el sistema de soporte vital. Esto podría explicar la interrupción de las comunicaciones y el sinsentido del mensaje: «Tal vez algún tipo de gas les cocinó el cerebro y empezaron a alucinar» consideró.

Pero días más tarde, abandonó esa teoría. Era demasiado improbable que hubiera un daño tan extendido que afectase todas las salvaguardas. Comenzó a considerar la posibilidad de que algún colono rebelde hubiera tomado rehenes. Pero también la descartó, ya que no era congruente con el corte de comunicaciones; y mucho menos con el mensaje.

Fue cuando comenzó realmente a pensar en la posibilidad de que, efectivamente, el mensaje fuera cierto. Al principio se burló de sí mismo solo por considerarlo. Sin embargo, era el único escenario en el cual todo encajaba: el secretismo de sus superiores, el hecho de que fuera solo un tripulante en la nave, el extraño comportamiento de Paul, la interrupción de las comunicaciones y por supuesto… el mensaje en sí mismo.

Llegó un punto en el que asumió que esa realidad era la más factible. Se dijo a sí mismo que debía mantenerse concentrado, aún dada la situación. Decidió ser proactivo: limpió y ordenó sus armas e hizo inventario en la sala de enfermería. Sus pensamientos iban siendo cada vez más caóticos: «Tengo que mantener la cuarentena, tal vez sea algún tipo de patógeno alienígena», «Debo mantenerme fuerte», «No sé qué clase de bicho sea, espero que todo salga bien».

Los últimos días fueron tormentosos. Por momentos lograba aplacarse, pero de repente recordaba que su vida podía estar llegando a su fin e imaginaba horribles escenas. Comenzó a tomar analgésicos y somníferos. Los días anteriores al arribo no pudo comer y comenzó a sufrir temblores repentinos.

El trigésimo día desde su partida, la nave aterrizó finalmente en MarSara. En cierta forma, fue un alivio. Rígido, Mike observó la escotilla. «Si voy a morir, espero que no sea una muerte horrenda… como sea, terminará pronto…», pensó mientras presionaba el botón de apertura. Respiró hondo.

Del otro lado, le esperaban dos granjeros marcianos. Uno era gordo y petiso, el otro, flaco y alto. Mike no observó nada extraño, pero se mantuvo alerta.

– Misión de rescate #46.

– ¡Hoooola amigo! – Dijo el más alto.

– ¿Amigo? No hay tiempo para ceremonias idiota, ¿qué sucedió? Recibimos la señal… ¿Dónde está el punto focal del arribo alienígena?

Los Colonos se miraron por un momento en silencio y luego no pudieron contener la risa.

– Pfff ¡Jajaja! ¡Oh por dios! – Carcajeó el más bajo.

– ¡Extraterrestres dice! – Chilló el flaco mirando a su compañero.

– ¿Viste? ¡Compraron! – Gritó el más gordo apoyándose en el otro mientras se reía.

Mike los observó con estupor.

– ¿Acaso es una broma? ¡Los sentenciaré ahora mismo! – Dijo mientras tomaba su láser con las manos aún sudadas.

– ¡Eh! ¡Espera amigo! ¡Fue idea del Gremio! ¡Dijeron que con ese mensaje sí vendrían!

Mike no sabía qué hacer ante semejante dislate. La situación era realmente imposible, incalculable, inaudita. Sin embargo, ese escenario le resultó agradable en relación con los que había imaginado…

– ¿Pero… por qué…? – Dijo ahora con una leve mueca en su rostro.

– Bueno… no es una emergencia exactamente amigo. – Dijo el gordo.

– Pero sí que es su obligación amigo. – dijo el otro colono señalándolo con el dedo. – Aquí está muy claro en el Contrato de Colonización, punto ¡cinco! ¡tres! ¡Ooochooo!

– Muy claro. – Remarcó el gordo con aire petulante.

– Cada tres años se entregarán provisiones, consistiendo en…

– ¡Granjeros imbéciles! ¡Los asesinarán! – Les gritó Mike.

Pero el flaco continuó inmutable:

… y no se está cumpliendo…

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