Saint Doulchard

Cuando ingresé al colegio Centro Don Bosco contaba con once años y, en los momentos de recreo, sacaba un tiempo para ir a la biblioteca a leer cuentos. Nunca se me ocurrió pensar que algunos de los autores que los escribían iban a hacer presencia, en mi futuro, con el recuerdo de sitios o paisajes que ellos tomaban como referencia para echar a andar su inspiración narrativa.

Castillos, bosques encantados, reyes, princesas, animales…llenaban mi vida de fantasía e imaginación y la mayoría, en forma de moraleja, trataban de dar una enseñanza con el contenido de sus historias.

Mi primera experiencia fue en Francia, llegamos a París un verano del 2015 y nos quedamos una noche en el apartamento de unos amigos de Colombia. Al día siguiente tomamos el tren en Gare du Nord y nos dirigimos a Bourges, para encontrarnos con Claudia, gran amiga y compañera de estudios —de la Universidad Minuto de Dios— que vivía en Saint Doulchard. Llegamos a la estación y a los pocos minutos apareció ella, en un automóvil, para llevarnos a su casa en la rue du Beugnon. Al día siguiente salimos a conocer la zona de los castillos —en el Valle del Loira— y empezamos por la ciudad de Blois y el Château Royal por cuyos aposentos han pasado: Francisco I, Catalina de Médicis, Francisco II y María I de Escocia, Enrique III y Gastón de Orleans, hasta que se transformó en un cuartel en 1788. De repente nos encontramos en la plaza del castillo donde cada hora aparecen seis cabezas de dragón por las ventanas.

Luego nos dirigimos a la Casa de la Magia (Maison de la Magie) que nos revela sus secretos y evolución haciéndonos remontar el tiempo. En una sala de ilusiones ópticas, llena de fantasía y con una decoración a base de espejos, se multiplican nuestras perspectivas como un desafío a cualquier razonamiento lógico. El Pasaje de Garcimore descubre los trucos del más famoso mago de la televisión francesa, siendo los animales sus principales protagonistas, acompañados de instrumentos y temas musicales. No podían faltar algunas invenciones de Leonardo da Vinci como: el carro de combate, el helicóptero…y su gran dibujo del Hombre de Vitrubio. Francisco I convenció al gran genio de terminar sus días en la corte de Francia y dispuso para él la casa solariega de Clos que hoy en día es un museo en homenaje a su memoria.

Al pasar al nivel uno, la gran sorpresa es la Pasarela de Harry Houdini (1874 – 1926), el mago americano apodado el “rey de la fuga”. En el nivel dos la Sala Robert – Houdin (1805 – 1871) nos transporta por su universo personal y nos lleva a descubrir al padre de la “magia moderna” mediante documentos y obras de este genial inventor y humanista erudito del siglo XIX, que sirvió de inspiración a Harry.

Nos esperan más salas llenas de sueños con varias exposiciones y el espectáculo en vivo “Los pies en el agua”.

Luego nos dirigimos al Palacio Nacional de Chambord que forma parte del patrimonio mundial. Esta enorme y hermosa obra la inició en 1519 Francisco I a la edad de 25 años influenciado por la arquitectura italiana del Renacimiento, conservando en su diseño la apariencia de una fortaleza medieval. La utilización de la toba —piedra calcárea— utilizada en la mayor parte de los palacios, alcanzó su máxima expresión en esta construcción.

Otro día de verano —acompañados de una refrescante lluvia— salimos por el este de Saint Doulchard, hacia la comuna de Apremont y allí al lado del hermoso río Allier —afluente del Loira— nos esperaba el Parc Floral con sus hermosos estanques y plantas acuáticas, la belleza de las estaciones representadas en un jardín natural, la pagoda china…al lado el Museo de los coches (Le musée des calèches).

En una sala contigua nos esperaba la exposición de los cuentos del escritor, nacido en París, Charles Perrault: Barba Azul, Caperucita Roja, El gato con botas, La bella durmiente, La cenicienta, Pulgarcito y Piel de asno.

¡Increíble!

Estaba allí viendo —como un regalo maravilloso— seis cuentos, que había leído, representados en figuras casi reales que me transportaron al pasado y que en mi preadolescencia nunca llegué a imaginar.