La expectativa de realizar ese viaje sola era muy alta; me quería poner a prueba, quería encontrar respuestas, sentirme libre de casa, trabajo, compromisos, quería por unos días evadirme de todo y de todos, y para ello quería ir al lugar donde siempre he sido feliz, desde mi más tierna infancia ,,, esos viajes interminables sin autovía, con carreteras insufribles … con tanta curva, tanto mareo … pero ahora era una maravilla, llegabas «al fin del mundo» sin apenas darte cuenta. Y de repente el embrujo de las meigas y los trasgos ya te habían cautivado, te empezabas a dejar llevar por esa morriña, ese «chantar» que abre los sentidos ,,, ese olor que te penetra … a veces húmedo con mezcla a eucalipto, a veces salado como una lágrima. Hice el viaje, lo disfruté, lo viví. Con lo que no contaba era lo que descubrí, y no fue más que a veces la terapia más costosa de tu vida, en realidad es la más barata, el encontrarte a ti misma, … pero el destino jugó sus cartas. Había pasado unos días extraordinarios, tuve tiempo de escuchar el silencio, de ver puestas de sol maravillosas, comí y saboree cada plato y mi mandíbula se desencajaba ante tales manjares, … me sentía bien, sin agobios, presiones, trabajo, siendo yo misma y disfrutando de una soledad que se me antojaba buena compañera, a veces me invadía un sentimiento de egoísmo por haber hecho esa escapada, por sentirme tan viva, tan descansada, tan bien. Era mi última noche tenía pensado una buena sesión de spa una buena cena y luego tras días sin conectarme al teléfono, por fin lo haría ,,,me parecía imposible no haberlo echado de menos con la dependencia que tenemos … miramos el tiempo, buscamos restaurantes, las redes sociales, … lo reitero estos cuatro días alejada de todo me han devuelto a la vida, a lo cotidiano, a lo real, pero con otras ganas, otras ansías.
Sentada en el porche del hotel Zeltia, dejándome llevar por el ir y venir de las olas,
De repente apareciste tú.
Perdona: me puedo sentar junto a ti y contemplar esta postal?
En ese momento no se si fue tu gracia, la comparación de la postal … el caso es que te dije que sí.
Conversamos toda la tarde, fue agradable, ameno, nos íbamos conociendo, hacía tiempo que no encontraba a alguien con quien poder charlar de cualquier tema, desde política, arte, restaurantes, ,,, y como no del tiempo, que en esta tierra cada vez es más incierto, non chove como chovía …
Empecé a sentirme embaucada por esa mirada, por ese tono de voz sugerente, era un físico normal (nada del otro mundo), mayor que yo y de ahí esa experiencia de quien ha vivido mucho más que tú, mucho más de todo en todos los sentidos.
Decidimos cenar juntos, le comunique que al día siguiente regresaba a mi casa, a mis quehaceres, en definitiva a mi vida que esto había sido un paréntesis de relax … algo parecido le había sucedido a él, una vida estresante, todo el día de aquí para allá, su trabajo era un desquicie tan pronto estaba en N. York, como al día siguiente en Berlín, y también había decidido hacer un parón y relajarse en este lugar paradisiaco que solo algunos sabemos de sus silencios, sus nubarrones, sus acantilados … el que tantos países conocía, no cambiaba ninguno por este, pero en concreto esta tierra tiene algo que te llama, que hace que quieras volver, que la ames … te cautiva y más pronto que tarde hace que quieras regresar.
El destino seguía jugando su partida …
Nos intercambiamos los teléfonos y nos despedimos, fue raro, inusual, queríamos algo más, pero no teníamos ninguna posibilidad.
La llegada a mi casa me devolvió a la normalidad, trabajo, compromisos, pero con un aire renovado, con un saber que es lo que se quiere, sobre todo de sentirse bien con uno mismo.
Esa misma noche empezaron los mensajes, las llamadas … y así empezamos algo que no sabíamos las consecuencias que nos acarrearía, tal vez si lo sabíamos pero nos apetecía jugar, jugábamos en la misma liga, tuvimos mensajes de todo tipo ,,, ambos sabíamos que si había un encuentro las cosas iban a cambiar ,,, y así fue, empezamos a tener encuentros cada dos meses, cada vez había más ganas de compartir momentos, risas, cenas, maratones de sexo, … ambos disfrutábamos de todo y por todo. La complicidad, el magnetismo, la atracción, era cada día más viva, más palpitante.
Y así fueron pasando los años, y con altibajos, con ansía, con libertad, con respeto, decidimos que era el momento de dejarlo, que tu no ibas a dejar tu trabajo, que yo no iba a cambiar mis circunstancias … dolió, el desgarro fue brutal, ya no había mensajes de madrugada, no había llamadas, solo quedaba recuerdo, la añoranza de extrañar lo que nunca tuvimos, nuestra oportunidad.
Pero el destino seguía jugando su partida, y tenía un as guardado en la manga …
Después de unos años volví al Zeltia ,,, todo me recordaba a ti, hasta el más mínimo detalle, pero no estaba dispuesta a que tu recuerdo enturbiara el descanso que tanto merecía.
Me disponía a salir a «la Noite Meiga» y parada entre la multitud, observando el ritual, sabía que estabas a mi lado, noté tu presencia, absorbí tu olor, me giré y vi esa sonrisa que me engatusaba, me enturbiaba … te acercaste y me dijiste que llevabas demasiado tiempo en el Zeltia esperándome, me propusiste recorrer cada palmo de esta tierra, … y así llevamos no se cuanto tiempo, esa noche de brujas, cayó sobre mí el manto de la felicidad, mi tierra y tu.
Aún me sorprende la belleza de esta Galicia, de esos rincones recónditos … escondidos como amantes furtivos, clandestinos, pasionales …
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