Habia sido un dia largo y rutinario en la universidad, un dia como cualquier otro en mi vida de estudiante, arriba de aquella montaña donde se asenta la Arturo Michelena, pasando el dia dando vueltas, anotando, escuchando, aprendiendo, esperando como todos los dias a la noche el transporte nocturno que me llevaria de regreso a casa, bajando la montaña y el paraje, pasando la autopista, descendiendo al pueblo, de regreso a casa.
El autobus estaba alli, amarillo con tipografia clasica de grafiti adornando la carroseria, lo aborde y busque un puesto comodo al fondo, puse algo de rock en mi celular a medida que los demas estudiantes iban subiendo, uno tras otro, lentamente, rostros que ya no recuerdo subian sin apuro, y mientras el tiempo pasaba la poca bateria de mi celular se agotaba. Cuando el autobus se lleno el conductor encedio el motor, paso por cada asiento y nos cobro a cada uno su cuota, y cuando todo estuvo listo arranco su ruta, saliendo lentamente de la universidad y sorteando el trafico de los otros autobuses que hacian negocio de la vida estudiantil, al salir mi telefono murio y las luces de la universidad colapsaron, y junto con estas las luces de todo el estado. Pronto el conductor encendio las luces y nos dirigimos hacia la oscuridad, rodeando la montaña, bajando por la autopista a toda velocidad, la fria brisa entro bailando con fuerza por las ventanas, y el horizonte se veia oscuro y estrellado, limpio de las luces del pueblo y el bullicio humano. Adentro del autobus estabamos a oscuras, habian como treinta personas a mi al rededor y en ese momento me senti suspendido de mi propia vida, entre cada uno de nosotros habia una distancia insalvable, el paisaje avanzaba como una pelicula que no podia detener, llevado hacia delante en la oscuridad por un capitan invisible, y todos veiamos por nuestras ventanas esperando que esa sucesion nos llevase a alguna parte. Senti en ese momento que habia estado en ese autobus toda mi vida, cada persona se bajaba en su parada, y el autobus seguiria indetenible, y yo quizas, algun dia, llegaria a la mia. Ante la idea mis pies se sintieron intranquilos, me pare de mi asiento y vi a la cara al conductor;
«detengase por favor» esa noche camine a casa, a mi propio ritmo.
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