La comprobación de la rutina

La comprobación de la rutina

Beatriz

23/03/2023

Infraordinario:

Carla sacude la cucharilla para quitar el exceso de café antes de ponerla sobre el plato.

Ve pasar un autobús por delante del ventanal de la cafetería y cae en la cuenta de que de vez en cuando se asoman a su mente sensaciones e imágenes que sabe, porque se repiten, que va a vivir al día siguiente. Le produce un calor agradable saber que lo que está en su memoria coincide con lo que sucederá en la realidad.

Para explicarse a sí misma la razón detrás de esto se dice que ella, cuando viaja en autobús, es como si pasara lista. Pasea los ojos hasta el fondo del autobús y busca.

Busca las gafas de pasta. Y el hombre que las lleva puestas, claro, hasta que se las quita para dormir más cómodo sobre el respaldo del asiento delantero. También las voces de la pareja que solo habla de facturas y true crimes.

Supongo que me gusta saber qué va a pasar, piensa. 

Tampoco es que lo haga aposta, solo sucede.

Sostiene la taza de café entre las manos para mantenerlas calientes.

Se puede decir que verifica que el día avanza sobre lo previsto.

Por ejemplo: cuando las ramas del árbol que no tiene hojas ni en primavera rascan los cristales del autobús, sabe que se acercan a la parada en la que se sube la mujer del bolso acolchado y con estampado de camuflaje y que sujeta como si lo protegiera con su vida. A la altura de la farmacia y su cruz luminosa que chilla en la ambigüedad (¿es de noche o es de día?), comprueba que está el perro que se pasea a sí mismo. Deduce que es así porque lleva la correa en la boca. Su dueña, unos pasos por detrás, camina muy deprisa, los brazos cruzados y los hombros encogidos. Siempre hace frío para ella, piensa. Cuando se confirma que el chico que se pasa el viaje mirando el móvil tiene la cabeza apoyada en el cristal de la ventana y ve a las niñas con horquillas de unicornio casi ocultas bajo el pelo, se relaja.

Sí, es como si pasara lista. Se dice a sí misma mientras cierra la cremallera del abrigo para marcharse de la cafetería, satisfecha con su reconfortante colección de pensamientos rutinarios.

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