Veintiocho mil cuatrocientos treinta y dos individuos viven juntos, piel con piel, en el paquete. Siempre van en grupo, los granos de arroz, en puñados, kilos o vasos, hacia el destino común del calor primero, la obesidad después y, por último, la muerte. O la vida, según se mire, transformados en energía para otro ser que, tal vez, realice increíbles hazañas.

Todos menos uno, que se precipitó al cajón de la despensa por un rasguño del envase. Uno solo, aterido, virgen de caldo para siempre, que no se achicharrará ni engordará como los demás. Y que solo podrá, el resto de su existencia, contemplar a otros muchos miles que vivirán juntos, piel con piel, en otros paquetes.

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