El regreso cotidiano (infraordinario)

El regreso cotidiano (infraordinario)

Ingreso por la puerta de rejas del frente de mi hogar, cierro con llave (por la inseguridad), cruzo el jardín y abro la de entrada a la casa con otra llave; en cuanto estoy adentro, también la cierro. Avanzo por el pasillo que surca de punta a punta la casa: dejo a mi derecha el living, atravieso el comedor mirando de reojo el reloj de péndulo, continúo hacia el fondo dejando atrás las habitaciones a cada uno de mis lados y, finalmente, arribo al fondo, donde se encuentra nuestra perrita que salta de alegría ante mi regreso. La acaricio y me siento bajo la glicina, ella hace lo mismo, a mi lado. Paso la vista por el césped (en estos días tendré que pasar la podadora) y las lajas que conducen al galpón. Qué cargado está el limonero, y cuánto creció la palmera que planté cuando mis hijos eran pequeños. Otra vez el vecino escuchando música con el volumen elevado, ¿estará medio sordo? La perrita se incorpora y agita velozmente la cola, oyó algo: seguro que está llegando mi esposa. Hora de merendar.

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