Cosas muertas (Infraordinario)

Cosas muertas (Infraordinario)

Elisa Rivero

21/12/2022

(Relato infraordinario)

Tengo los bolsillos llenos de cosas muertas. Algunas aún estaban vivas cuando entraron, otras llevaban mucho tiempo muertas. Pero la mayoría nunca albergaron chispa.

Me gusta tener los bolsillos llenos de cosas muertas porque me hacen sentir viva. A veces, cuando meto la mano por la rendija en busca de las llaves, mis dedos se enredan con ramas de lavanda seca que ya han desmigado la flor. Y su esencia aletea en mis manos durante horas.

Me sorprendo a menudo de las cosas que guardo en los bolsillos. En especial, en los laterales de los bolsos. Desempolvar una riñonera de verano es como abrir un desván de un cuento de Los Cinco: nunca sabes qué tesoros aguardan. Un colmillo de jabalí con el esmalte amarilleado, un erizo de hace cuatro millones de años o un fragmento de cerámica tornada en rompecabezas por la rueda de un tractor.

Me quejo de que mi bolso pesa pero me encanta tenerlo lleno de cosas inútiles. No es solo ese peso físico que se cuelga del cuello y de los capilares de la cabeza. Es un peso interior, como cuando tienes la tripa llena de comida de la abuela. Mis dedos juguetean con una piedra rugosa y sin verla sé que pesa tan poco porque es volcánica, y mi cabeza vuela a la isla del fuego y del hielo, plagada de duendes y caballitos raudos.

Tengo los bolsillos llenos de recuerdos, de regalos. La bellota de un roble centenario que reparte su legado en un campo que un día fue bosque y luego pasto y ya solo matorral. El granito rojo que llegó cargado de historias prensadas. El canto de mi río que me canta serenatas de rana a media noche. La ramita de verbena que me protege por San Juan.

Me gusta guardar cosas muertas en mis bolsillos, porque me hablan de mi vida, pero también me gusta verlas marchar. Dejar ofrendas en sitios inconclusos, regalar aquellas que llevan conmigo demasiado tiempo. Para que otros dedos las carguen de un nuevo sentido.

Tengo los bolsillos llenos de piedras que no lastran y en la cabeza tantas plumas, que me sobra vuelo para regalar.

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