infraordinario: Lo siento, pero pocas cosas hay tan habituales como perderse cuando se está frente a lo desconocido: como lo son estas palabras para usted. Vamos, que podría empezar a escribirle sobre servilletas limpias, una cama mullida o una cerveza bien fría, y jamás hubiera estado advertido. Pero ese no es el punto, porque más habitual que perderse (o que lo hagan perder) es creer que uno sabe dónde está.

¿Qué nos lleva a creer que ahora mismo no estamos perdidos, que no hay alguien buscándonos (o algo, y esto puede ser mucho más terrible)? El volver al hogar, dar dos vueltas de llave y entrar, lo tenemos naturalizado, es algo casi mecánico. Sin embargo, deberíamos estar aliviados al notar que la puerta sigue cerrada, que cada mueble, decoración y libro sigue en su lugar. Quizás ese alivio lo sientan nuestros seres queridos con nuestra llegada.

Pensándolo bien, a veces no es que haya alguien o algo que nos busque, sino más bien, para nuestro alivio, alguien que nos espera, en nuestro habitual regreso al hogar.

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