Antología del orange.

Antología del orange.

Espejismo:

«Confieso que al no verte

mi tiempo se derrama en hastío

y el todo su sentido pierde,

pero tu voz, solo con tu voz

devuelves a mi mente el brillo

la emoción al corazón, y a mi cuerpo,

el deseo de hacer tuyas mis mañanas

al desvelo de tu amor.

Adicta me confieso a la curiosidad de tus manos,

descubriendo al detalle las verdades de mi piel.

Quiero cosechar y cuidar el siempre que sembraste fugaz,

mar de pasión que solo calman tus besos».

El loco:

«Soy cuerpo baldío el tiempo de tu ausencia,

no domino pensamiento alguno y mi mente

es monopolio de tu imagen.

Decirte tanto quisiera, pero al verte

solo el silencio acompaña latidos

hijos de miradas volcánicas.

Toda razón se suicida

ahogada en tu fragancia dejando sin frenos

esta adicción que nos delata.

Te quiero Scheherazade «.

Espejismo:

» Y buscar como excusa un paseo casual,

victoria de un juego donde tuvimos que contar,

sumar y contar, contar y sumar

la mejor compañía que pude imaginar,

risa y sonrisa en cada encuentro al hablar

y amistosos abrazo a abrazo sin imaginar,

inocencia, prudente o no de divisar

lo que entre vecinos iba a pasar,

Un angelito el destino, puso en la puerta de mi hogar

Sodita la uaushi que me llevo a encontrar

por tan bajo costo de sacarla a pasear

a ti Hamend, mi Ángel de verdad».

El loco:

«Ángel solo el deseo de guardarte siempre;

sonrisa la sonata sublime que me detiene

al abrir los ojos labio a labio,

casualidad ese lunar destino a mi locura,

firma del virtuoso ante su obra maestra!

Abre la puerta a la maldita cordura

y el loco va quedando solo.

El loco:

«Sabes bien, baja en sal,

tu piel no soporta las noches sin agua caliente,

mientras la mía por fuera al fuego insoportable de tu ducha se cocina

y a discreción de la belleza, la calcina por dentro las vías volcánicas

que traza el llanto de un jabón condenado a muerte por solo tocarte.

Hueles bien, invasiva,

tu lujuria delatora invalida el aroma de las cremas en tu piel,

desencriptando el enigmático silencio,

dejando a simple tacto el lenguaje íntimo con que se escribe el instinto,

bitácora de tu estacionamiento al mío,

lápiz y papel con que anoté tu número la madrugada eterna.

Luces bien, brillante,

el reflejo de la luz en tu rostro diluye las sombras,

dando tregua a lo oscuro tan solo en tu cabello

y al punto de la firma que Dios colocó cerca de tu boca,

como marca de aquello que da orgullo a la autoría,

luz de mis mejores mañanas que de sólo imaginarla,

a penas ilumina tu ausencia.

Suenas bien, sublime,

el timbre de tus gemidos me hace compositor de tus orgasmos,

«Allegro con fuocco» tus tiempos

«Molta capricciosa» la interpretación de tu alma,

diriges en mi podio la ansiedad,

al cálido susurro de tus labios pronunciándome,

al término de la coda fulminante y majestuosa,

el llamado de un suspiro profundo

y dentro de ti, en la singularidad máxima de tu gravedad,

dónde el dolor y el placer salen de paseo

comiendo el algodón de tu azúcar,

nuestro tacto cierra la puerta al mundo

simplificando la distancia que me hace recordarte,

afirmando mis sentidos a los tuyos,

y así sin más, rematar confesando que te necesito,

pues eres perfume, música, luz, comida y postre de mis sentidos,

que la vida a tu lado, se siente bien».

El loco:

«Ansiosa viniste en mínima espera

a ser luz del sol que hoy rondas

en ciclos de un vals ostinato

con tu propio tiempo y medida.

Alumbraste todo desgajando tinieblas

sin descanso, buscando la espalda de ese sol al que giras,

pero él, solo te mira de frente,

y por prepotente se encandila.

Entre vueltas, tus ojos

dan luz para que trabaje en el día y

él a cambio los compases más bellos

del tiempo en tu sonrisa.

Nunca dejes de valsear mirando al sol de frente

nunca debes cansarte por el bien del día

que el mediodía en tus ojos es mi suerte

la suerte de un sol que solo en tu mirada brilla.

El loco:

«Mi cuerpo al tuyo invita

un solo cuerpo ser

tus pupilas corresponden

pero tu mente se complica.

Paradoja de un amor

candela del sol

de tu sexo el sabor

que de mi piel no se quita.

Tus peros de mujer

tan solo intentan ser

el agua para el jabón

que un tu piel secó la brisa

pero es agua de lluvia al fin

y el jabón de mi pasión

aunque estrujes con fervor

de tu sexo no se quita».

El loco:

«Algún día seré decente,

un abusador elegante de tu espalda

que por las madrugadas te trague entera con cubiertos.

Día alguno decente seré,,

cocinándome en el hervor de mi sangre

para que tu hilo morado se desengrillete de mi destino.

Seré decente algún día,

pecándote sin despertarte, sin pianito

Sin envidiar la gloria de tu peluche sádico hecho el pendejo.

Decente algún día seré,

afirmando este acróstico maldito,

relato absurdo de lo que algún día no quiero ser»

Epifanía del loco:

El loco:

«Anoche tuve un par de sueños tuyos,

en uno, te convencía de fundirnos al calor de tu cuarto sin aire,

sin dejar huecos donde tus peros se colaran.

Miraba directo a tu alma

y las negativas de siempre,

se hacían escuálidas por la presión

de mis besos en tu cuello.

Necia y terca de palabra,

mi fuerza y tu lujuria se hicieron una

llevándote en hombros a la cama,

donde tus manos hipócritas ponían

su protocolar resistencia a mi

determinación desabotonadora,

dejando solo el reflejo del sol en tu piel,

tu desnudez en mis ojos y tu sabor en mí.

Sin dejar espacio al tiempo

te hice mía como la primera vez hace mil veces,

y en mi sueño, nada te dolía.

Tu cabello era la rienda que a mi derecha obedecía

y mi izquierda recorría solista

tus curvas a placer, con algunas paradas en tu cuello

tan solo para ahogarte un poquito.

Tomé tu miel directo del panal moribundo de sed,

y en mi deliro, volábamos en nuestro

colchón de nube en vórtice al paraíso

donde los orgasmos son eternos y la moral un mito.

Cerraste los ojos y percataste

mi conquista en tu interior, molesta

en la soberanía de tu orgullo

pero exquisita al latir de tu pecho.

Embriagada de mí, te coronaste en mi cuerpo

cabalgándome hacía el más feliz de los finales,

en carrera que solo tu corres,

en tiempos que tú placer susurra a tus caderas,

fluctuando el néctar de mi esencia ad libitum

justo antes de su frontera sin retorno,

concertando todo el cuadro en

nuestros cantos de amantes perdidos.

Anoche tuve un par de sueños tuyos,

pero el primero fue tan bueno,

que olvide el segundo».

El loco:

Sobre la línea estable y continua de un Si bemol,

yace el fantasma recién vestido de la nada eterna,

hundido en sí,

inhalando el último suspiro de tu último te amo,

desgastado lungo en la escasez de tus beso.

El postrero pedacito de ese te amo,

es tan solo un vago recuerdo que almorcé en tu cama,

absorto en mi deliro agónico de ser protagonista en tu teatro,

pero el tiempo, enemigo de la imaginación y padre del hastío,

se emboló en su avalancha de nada

y me arrebató esa imagen analgésica del amor en tus ojos profundos

arrastrándome a la maldita verdad,

otro teatro del que soy ahora solo un payaso.

No hay lágrimas porque solo llora lo vivo en su dolor o júbilo,

lo muerto se alimenta del vacío,

ese que serviste en tu silencio,

aquel que mi desesperanza devoró pleno,

cicuta esparcida en mi abdomen fumigando mariposas,

ausencia desabrida y fría en palanganas

enturbiando el fulgor de mis poemas solitarios.

Forzo torpemente el destino que a la medida confeccionaste

en mi afán de desnudar y vestir de nuevo tú recuerdo

pero es solo una hermosa crisálida que aunque una desde adentro,

indicará inerte parte de mi muerte».

El loco:

«Maldita conciencia.

Maldita la hora mil veces maldita la locura sutil que te pintó en mi alma.

Serviste la mesa de mil demonios sigilosa, y ahogaste mi fe en tus falsos besos.

Mi herida sangra tus recuerdos hermosos en la acidez del insomnio.

Memorias que por insano atesore celoso en poemas, novela y canción.

Memorias de un loco que se imaginó raptado en tu lecho, mientras sedienta devorabas su alma hasta bostezar.

Memorias de Malher tocado a dos manos en el contrabajo al calor de tu desnudez.

Memorias de canciones baratas deshuesadas y risas locas.

Memorias de una cámara voyerista en la autopista.

Memorias de mil juegos en tu carro.

Memorias moradas.

Memorias de agua caliente.

Memorias del orange.

Memorias de bailes aperitivos en tu cocina.

Memorias que valen ocho dólares.

Memorias que saben a perdón en diciembre.

Memorias saladas de lágrimas.

Memorias de un abrazo largo, y del último te quiero servido en mi cuello por tus labios.

Maldita esquizofrenia que te hizo perfecta y te encajo en mi vida.

Maldito el minuto en que tu silencio dijo tanto».

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