Espere un tiempo, unas cuantas horas,
algo más que un día soleado
o que una noche de estrellada,
varias rimas escritas en el asiento del colectivo,
varios kilómetros de observar el campo
y de mirar la luna sin conocerla,
antes de escribir a tu celular,
puede quizás más tarde no me escuches,
no puedas, o no lo quieras,
y solo sea yo
un eco perdido, en la amplitud del universo.
La luz del sol
enredada en las ramas del árbol
que se ve por la ventana
y que el viento mueve,
tal brisa, tal mar,
invade la tranquilidad del cuarto
la serena calma de la mañana,
pulverizándose en su atmósfera,
luego de atravesar el vidrio,
de filtrarse por la persiana,
se vuelve oro que deambula por el aire.
Estoy entre las frazadas
hace un rato desperté del sueño,
tengo ganas de escribir, de darte un beso,
de mirarte y de decirte hola,
sé qué hace frío, que debo hacer mandados,
que no tengo apuro, que aún es temprano,
y que eso empeora las cosas,
quise invitarte como otras veces
pero ya no estabas
avisándome que también te ibas de viaje
con tus amigas, hace algunas semanas.
Me pregunto dónde está estarás,
que tan cerca, que tan lejos,
que tan ausente, que tan distante.
El patio que conocías ha cambiado de forma,
algunas cosas ya no están, otras perduran,
hay árboles nuevos, con sus hojas caídas en el suelo
en gran cantidad,
están amarillas como ojos ancianos,
como cabello blanco,
como cuando caminamos entre ellas
abandonando el tiempo que nos separaba,
somos brisa y aire, razón para existir,
amor para soñar.
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