La muerte no es nada (lo propio del plan es que falle)

La muerte no es nada (lo propio del plan es que falle)

Agustín Brito

12/07/2019

Brevísimo intento de bufanda azul o gris

Hoy no me siento y nada bueno parece,

ni no sentarse, ni no sentirse.

Choco con las cosas, las pierdo, las abandono.

Sudor frío al despertar.

¿Vendrá, desenfocada… la ambulancia?

A los perros, nada de esto les importa,

si llueve o si llovió.

Quisiera tener una cueva,

para perderme en ella cada vez que quiera… como lo quiero ahora,

en este brevísimo intento de bufanda azul o gris.


Gritar

En lo ulular del disco,

me impresiona tu manera de gritar.

De pelea única, de pelar duraznos con las uñas agrias

y aguantar erguida frente al sueño.

Llegué al fondo de la lata de galletas que no como

y ahí… tu palpitar preciso.

Tus huesos repletos de ruidos que se cortan.


Ansiedad

¿Y ahora qué vas a hacer?

Me atrevo y lo pregunto.

Todo el rollo me da cosa tal como para que me atreva.

Monosílabos en respuesta o nadie responde.

Transmito a casi un vacío.

¿Dónde estará o dónde estarán?

Pero en pregunta…

Como una ceguera de insomnio, impresionante insomnio.

Una multitud de imagen y sentido que repele auditivamente todo, estúpidamente estúpido y más estúpido.

Molesto.

He de no dar en la tecla. Lo sé, lo sé…

Es todo esto a donde van a parar el general de las cosas, una construcción pestilente.

Es la peste. Refiérolo hiper-frecuentemente.

Y un… ¿Cómo es eso?

Una piedad absoluta, es decir mismo.

Puro decir. Por eso se nombra decir y dícese.

El elemento es inevitablemente un sector desprestigiado e indominable, sabe leer y escribir.

Una secuencia de estropeos sin razones.

Luz que fue a dar a un no se donde. No sé.

También es cuestión de que continué esa.

Palpita dos veces, una y dos más.

Es vil, muy vil.

Apetitos.

Y eso mismo, una y dos veces… vilmente apetitos, roña y un diluvio de roña.

Es doblemente o triplemente, la manera en que se presenta, se me presenta.

Y a la vez, es solo un desliz. Un momento de las cosas y momentos hay. Los hay, los hay…

En donde hay algo, encuentro, nerviosísimo llevo,

algún tembleque o ansiedad.


Historias de cerraduras, otras fugas y escapes (Parte I)

Hacia tiempo, el sol cuidaba vegetales y animales, la noche llenaba los aires con excelentísima sinfonía.

Y ahora, noches y días y algunos otros no se sabe dónde andan.

Y algunos de recaídas y tensión, algunos de esos, indescifrables.

Solamente tensos y vibrando abajo.

Mansedad tensa, tropezaba, decía que era pez y daría un pie.

Dos hemisferios, miro una prenda.

Cuando acababa de decir que cualquier pez gordo iría.

Levante mi seso, dos cuartos de hora en medio de un montón de partes de auto.

A esto, cuando elevaba el cordón, la chapa, la enmienda, el agujero.

Un corte de luz. Un tenso apagador.


Historias de cerraduras, otras fugas y escapes (Parte II)

A la vez que la melancolía, las mentiras dan entusiasmo. Y más que una prisión es un stand-by funcional.

Estrecha es la grieta o ni hay grieta.

Yo quiero estar bien… me importa nada cualquier cosa y eso también.

Bien se siente.

Reparo ahora en recuerdos de andar queriendo y no estar bien.

Me es prestada una herramienta, de la que no me apropio. Sólo la tomo en posesión.

Le daré algún uso, como este de ahora, que no estas viendo.

No pudiste sintonizar mis pensamientos. Será que te hunden otras preocupaciones.

Me apesta un tumor maligno que ha llegado a mi de varias maneras y por varios canales.

Eso que quiero descargar de mis bagayos.

Me contestaran mil cosas aunque no pregunte o preguntare miles diluviando.

¿Qué se puede hacer?

Me gustaba el pasto y los árboles.

Todavía un aroma a nardo, diferente.

Un clima llano de especificidad nula, se da a conocer en corroídos soles y ni que se tenga atención se puede correr a atraparlos.

Aparecen fugaces estrellas.

Mi comprensión de las cosas es absurda.

Para mis adentros planteo como un problema el hecho de apuntarles y, sin embargo, mantengo «estructuras» de mundo.

¡Que arrogancia y estupidez, esta!


Hoy

Quemar el museo, reducirlo a cenizas que se vayan con la brisa.

Si hay piedras mejor, sino escarcha.

Los días no empiezan, se hacen esperar, pero eso no se dice, sino que se sigue hacia ¿adelante? Para no hacer notar incipiente competencia.

Y era muy original para la época, para abaratar costos.

Dos exhibiciones desconcertantes: consistían en cerrar las galerías durante la fecha de las mismas, el público se extendía y se diversificaba, se ensuciaba, se lavaba y se volvía a usar.

A fin de cuentas; ¿Cuánto puede durar?, ofrecer a algunos la posibilidad, a otros la ilusión.

Este método tan sencillo es el «recomendado» para esta era, que no me acuerdo el nombre.

Hoy fueron inhumados los restos del deseo, difusos, pestilentes, todo con las luces apagadas.

El reparto de la herencia, el reconocimiento de derechos y deberes no requiere del alumno ni del profesor y bajo la amenaza de una posible pregunta, menos apreciada, tiende a perder su brillo.

Su silencio es el arma poderosa, y abunda en los pies fríos y pálidos de miles o millones o tan solo una palabra.

El desorden ordenado fulmina al desorden, al orden y también al piso, al espacio, al segundo.

Hoy (¿O fue ayer?) se convierte en mañana, pasan cien autos, colectivos, paraguas, moscas; Y hoy (¿O fue ayer?) sigue siendo hoy, convertido ya en mañana; ¿Pero hoy al fin?


El lago sobre el río en el cielo

Luego de tensionarse por estarse en retención, arroya sus diques.

Esto es un cambio de situación, pues las micro dimensionales contaminaciones comienzan a desaparecer.

Es emprendimiento, distinto buscar. Sin ocultar (tapar) o vestir locuras.

Y se distribuye así lo que hasta entonces se guardo en canastas y cajones, en las ganas mismas.

Es energía determinante, el principio creativo en eterna atención.

Latiendo. Participa de una fecundación, aquella del nuevo paso o manera.

Una flor de cardo seco apunta inquebrantable a la esperanza.

La imitación implicaría servidumbre, repetirlo también.

No hice tales cosas, solo seguí pedaleando la trunca bicicleta en calles de tierra, frías por el invierno y el viento sur y ahí cedí ese paso de ruedas ante la maravilla en flor marrón.

Suspirando insomne, un preámbulo, un presagio que se tradujo en picazones y cosquillas.

El pasto no estaba seco aún, burbujas desprendidas de una burbuja.


Querer

Y es que algo se perdió por ahí.

Y repetición de faltantes.

Falta algo, ahí el gran común de las situaciones.

Y otras hay, plenísimas de todo, acudiendo.

Y si aparece la fatalidad, tal vez pueda resolverse.

Quizás algunas gentes no puedan dejar de hacerle propaganda a alguna canción, al menos hasta que aparezca el encendedor.

Hábito bien plumífero.

Del stereo, mil dos, ubicas la manteca.

El orden prematuro es humeante,

se acaba en un portátil vehículo molecular,

en un Dios saltando, con calorías de menos.

Esto es una especie de pasto-rastro, con recortes semanales, para mantener el parquecito.

La camioneta no es de color verde y llevaba un bollito cerca de uno de los guardabarros.

Una pistola diputada, dice que la macilla vendría a dar solución y tal cosa. Lo que dice no lo dijo, ni dijo lo otro.

Se fascino otra persona por una cáscara de banana.

La vereda.

Al lugar donde había llegado: los sonidos.

Cuentan que los sonidos iban y venían, estaban y se encontraban.

Con lo cual se evitaran interrogantes que estímense tanto hasta creerse tales de cuestionar en forma-manera alguna.

Y los sonidos y los colores,

ahora los siento en la lengua, cual aromas.

Y más ahora una picazón, nada preocupante.

El piso y una frazada alcanzan para descanso.

El piso o flotar,

comento disparatadamente. Las ganas.

No quiero usar champúes para lavarme el pelo, no quiero lavarlo. Él sabe lavarse.

No quiero jabón ni un cepillo duro.

Agua y sumergirme.

Quisiera no poder respirar.

Respiro, por impulso de vida será, y de nuevo a la superficie en busca de aire.

No quiero aire y digo que tengo uno,

que llevo uno.

Un aire a mí y mío.

No quiero tenerlo, ni a ese ni al otro.

Ni respirar aire.

No quiero quererlo, ni «no quererlo».

Y no es por capricho que sucede.

Se trata de la pseudo-eterna cuestión de la quinta pata del gato.

Morirme ahora si ya lo estoy, si la quinta pata.

Si vivir en cuatro tiempos, cuatro caballos distintos.

Y la mirada mía, tampoco la quiero.

Anda ella con los caballos, y en ellos.

Y viene por mí, en cuatro caballos.

Los cuatro al galope. Cuatro sonidos.

Cuando no viene, se me da por querer que venga. Aún cuando no la quiero.

Un nervio previo, inminente.

Culpa, y ahora si es capricho.

Y quiero ser hoja, intención de viento y lluvia.

De hecho lo soy, y no es cosa que quiera.


Periferia

en el vientre… la humedad es paciencia.

revisar el útero y punzar profundo, profundo, profundo

hasta envolver con lágrimas pinceladas.

todo es de morir, y yo también soy de orillas.


Marcavidas

tu insensible dar vueltas aprisiona.

va dejando atrás al tres.

y vuelve encontrándolo.

tu cuerpo mecánico y resonante. gira obstinado.

como el movimiento del mar. ola tras ola.

un percutir, tan lejos.

mis costillas se apoyaron donde tu ser se detiene.


Casa enrejada

Llantísmo, en la cúspide invertebrada de la certidumbre.

Ya no hay costumbres abrasadoras

que te proverbien en carne muerta,

complexionando un mecanismo de disolución aparente.

Es tardía la física de los temores

que comienzan a tejerse en comprimidos de 2 mg.

Camas de pensiones vacías y alguna luz cítrica.

De lo casual a las piernas, de la invitación al olvido,

del sinsoñar al trapecio, de posponer el infierno encapsulado.

Aún ese puente firme sobre el fin de la locuacidad.

En el fondo de la casa, junto al gallinero y algún quincho improvisto.

Sentir el paisaje y su cadavérica espalda.


Adherente (la prevención hostil del que niega)

Si tan sólo fuese un hombre solo

sería todo más suelto y desierto.

Detrás del hambre, de a poco me extiendo.

Y contento al fin de la noche a través de una copa.

Como si pusiéramos tus reojos y los míos de pie,

en la melodía de todos los días

y en la parodia del amor.

Ahora que el cielo se secó y el barro se endurece,

la pequeña muerte estrena el colchón.

Y ríe estrépitos de humedad.


Noviembre

Cadena de grietas,

en la exacta luz de la tormenta.

Digo… que tu amor me dio en la boca del sexo,

que el primer trazador de ciudades era experto en anatomía.

Noviembre y quicio, en la forma de subir los cordones

y recuerdos durmiendo en el disco que los arrulla,

en la exacta luz de la tormenta.

A oscuras dimos tumbos en el cuarto del verbo,

pidiendo por el interruptor del ojo.

Un reloj, detenido entre altavoces y viveros,

tensa las cuerdas de un libro.

¿Cómo hizo Goya para tallar aquelarres en negro?

Los camiones de soda ya recorrieron 3 cuadras.

Y sentada en el colectivo, tras la barrera,

esta mañana no tuviste una sola letra.

Pampa de ideas,

delgadas como el minuto del mediodía.

Y esos frutos ocres y redondos

que se pudren en la espalda de los techos de chapa.

Las nubes son sombras que dirigen el viento,

así como yo crecí en la costilla izquierda de mi madre.

Y los gestos que amamos, descansan en lo oblicuo del cuerpo.

Hay un Goliat con jeta de David,

escondiendo el animal de la suerte en la voz.

En carbón de los huesos de fibra de vidrio.

Hay los que duermen para despertar,

en antenas que son la punta eléctrica del dedo indígena.

El tiempo es una mano que cierra sus dedos uno por uno.

Y despacio, aprendiste a distinguir al perro,

arrastrándose sobre su estómago.

Es el inquilino del piso de arriba.

Ladera de fin de año,

donde el viajar es un placer de puta arcilla.

En el vacío del jarrón crece la distancia.


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