Andaba solo hacia la avenida después del trabajo, traía en el bolsillo nada más que 5 soles y pensaba en comprar un alfajor o unas papitas para comer en el bus.

Una cuadra antes de donde tomaría el transporte, un señor estaba vendiendo libros a precios regalados. Sobresalió ante mi vista «Caín» por la tapa amarilla y el dedo apuntando una mancha negra. Como dijo mi novia una vez: «las tapas de los libros me llaman», recordé esas palabras y con alegría en mi corazón compré aquel ejemplar.

La sonrisa de verme sosteniendo el libro y habiendo seguido las palabras de mi novia me hicieron recordarla. Está lejos recién 3 meses, pero se me han hecho una eternidad, mas memorias como estas y el saber que está presente sin quererlo en las cosas que hago me hace mucho más feliz que cualquier libro en cualquier lugar.

A las 11:11 del siguiente día recibí una llamada.

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