Cada copo de nieve parecer llenar el vacío que lleva por dentro. Una triste desventura lo atrae hacia el puente. Un final igual de triste que su vida misma. Camina por el puente tapizado con nieve mientras encubre su dolor en un saco negro y grande, además de un sombrero de copa y guantes de lana. Sus lágrimas que le corren por el rostro lo hacen temblar de frío. Haberlo tenido todo ya no importa ahora, la vida ya no tiene por qué seguir. La gente pasa mirándolo de reojo, pero nadie reconoce al famoso pianista que está a punto de dejar al mundo en un silencio tétrico, vulnerable a la mala música.

El cielo le sonríe por un instante con abundantes estrellas, algunas de las cuales se atreven a guiñarle tímidamente. Stein Gadovsky está al filo del puente mirando el río helado, con la decisión firme. En ningún momento duda ni tiene miedo; un hombre ateo como él no le teme a la muerte. Sin pensarlo dos veces cierra los ojos. Una mano pequeña comienza a jalar del bolsillo de su saco. Stein voltea, y baja la mirada topándose con un pequeño niño regordete que sonríe invitándole un pedazo de pan. Stein le sonríe forzadamente. Cuando mira a los ojos del niño, encuentra calidez en el pecho. Recibe el pan y le da una mordida sin dejar de mirar al pequeño “ángel”.

<<Una sonrisa no será capaz de cambiar mi mísera vida>> piensa el pianista mientras el niño parece leerle la mente.

– Mira a tu alrededor. La nieve blanca y las estrellas abundantes, ¿acaso no te dicen que la vida es hermosa?

– ¿Hermosa para quién?

La mano regordeta se posa en el pecho de Stein.

– Cada latido, si lo escuchas con paciencia, es un corazón haciendo música.

– Paciencia es lo que no tengo. La vida es rápida y cruel, no tengo tiempo para detenerme a observar nimiedades, es más no tengo tiempo para perderlo contigo, cada segundo es valioso, no puedo pensar, sólo debo actuar.

Stein se voltea molesto para saltar. Entonces siente que un hombre de unos dos metros lo jala. Stein voltea y sólo ve al niño sonriente.

– La vida a tu alrededor sólo espera que hagas silencio y la escuches, de otro modo jamás encontrarás las cosas bellas, tú lo sabes; tu música era maravillosa: cada sonido y cada silencio, y cada silencio es un poco de paciencia, paciencia para esperar el nuevo sonido con el que ibas a deleitar a tu público. Pon ese silencio en tu vida y observa esperando ser sorprendido por la melodía de tu entorno.

Unas cuantas palabras metafóricas más sobre música, naturaleza y familia bastan para cambiar la mirada de Stein, quien ahora mira al suelo como buscando respuestas en la nieve. Entonces hace su silencio; se detiene a observar los árboles, el cielo –algo que jamás había hecho-, el niño desaparece delante de él con una sonrisa. <<¿Un ángel?>> Stein cree que es una locura, pero no le da importancia, hay cosas más importantes alrededor de él. Mira el río, mira el horizonte, encuentra en ellos la belleza que jamás se había detenido a encontrar. Entonces, ahí, al borde del puente, cierra sus ojos disfrutando las maravillas de la vida, siente paz y eso es bueno.

<<La vida, tan bella como es, se deshace como la nieve bajo el sol. La muerte, tan eterna y misteriosa como es, merecer ser apreciada mejor.>> Piensa para sí, entregándose al vacío.

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