Escribiré lo que se hable en la calle pero nunca en casa,
de esas anécdotas que brotan de un viejo en su silla de lona
o de las señoras que solo salen a sentarse en la plaza
para hablar y ver jugar a los hijos a la pelota.
Como pedro,
que me contó que en la calle encontró
un sobre de manila beige abultado en su interior,
la abrió y por la impresiono corrió y corrió y corrió,
porque encontró mucho dinero que mas tarde se gasto.
Y mientras el me contaba, yo pensaba la verdad,
que de seguro alguna persona la estaba pasando mal.
Como la historia del viejo Gabriel que un infarto le dio al toser
o la historia de la niña Carolina que se caso y no regreso,
al mismo tiempo que Ruben desesperado no supo que hacer
porque un sobre se le perdió y ese día no lo encontró.
Y mientras tantas cosas pasaban la calle se veía en calma,
los carros pasaban lento, el sol salio y se escondió,
la noche llego a su tiempo y la calle le sirvió de cama,
mientras yo probablemente estaba escribiendo este post.
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