las calles de caracas

las calles de caracas

angel jesus

12/12/2017

LAS CALLES DE CARACAS

Desde hacen muchos años me causó fascinación salir a la calle con mi madre, ella me llevaba a la escuela, tenía yo seis años y aquello para mí era una delicia. No sucedía lo mismo con la escuela. Como era un lugar cerrado con una maestra regañona y cantidad de niñosy niñas ubicados cada uno en un puesto sin moverse, aquello me producía una incomodidad terrible.

Pasando el tiempo seguía igual. Un día iba con una compañera de escuela y vimos un carrito de dulces, no sé dónde estaba el vendedor, como el carro era de mano, es decir había que empujarlo, tenía dos ruedas grandes como de bicicleta, una rueda pequeña adelante y encima de todo eso una especie de baúl cerrado por todas partes con vidrios, para que se viera la mercancía que consistía en toda clase de dulces.

La chica que iba conmigo me dijo que no hiciera eso, es decir, que no le quitara una piedra que aguantaba el carrito para que no se fuera, ya que estaba estacionado en una bajada. No le hice caso y quité la piedra, enseguida el carrito salió disparado cuesta abajo y la chica y yo salimos corriendo cada uno hacía su respectiva casa.

El vehículo chocó contra una pared de una casa, se reventó toda la caja y los vidrios se abrieron, lanzando todos los dulces por todas partes.

A lo que llegué a la casa estaba sudado ya que venía corriendo, mi madre me preguntó que me pasaba y le dije que me asusté con un perro, luego pasé a la cocina y me ´puse a comer lo que mi madre me preparó, una ración de pastas, un plátano sancochado con un pedazo de pollo.

Después de comer me puse a revisar mi tarea y en eso tocan la puerta de la casa, era el vendedor de dulces que venía a hablar con mi madre, el señor le dijo que tenían que pagarle el arreglo del carrito y todos los dulces que se habían dispersado por el suelo.

Mi madre me llamó y me conseguí con un señor mayor, con un delantalblanco y una cara de pocos amigos, el cual me dijo que le explicaraporque había hecho esa maldad de destrozarle su fuente de trabajo, ya que el mismo manifestó que tenía hijos como yo y otros mayores a los que había que alimentar y de su trabajo él lo hacía.

El buen hombre gesticulaba con las manos tratando de explicar con lujo de detalles lo que le había ´pasado, mi madre le preguntó que de cuanto era el daño y él señor le contestó que más o menos mil bolívares, ya que toda la mercancía se perdióy había que volver a comprarla, el carro había que repararlo, ponerle varios vidrios rotos y enderezarlo por el choque.

Como en esa época la cantidad de dinero mencionada era mucha, mi progenitora le propuso que no podía pagarle de inmediato, que mandara a arreglar el carro y ella se ponía de acuerdo con el mecánico para irle cancelando, respecto a los dulces, a lo que el carro estuviera arreglado ella compraría algo de mercancía para que fuera trabajando y poco a poco iría surtiendo todo lo que se perdió.

El señor dijo que estaba bien la proposición y la aceptaba, aunque parezca mentira, no se firmó ningún papel de compromiso de pago, solo ese contrato verbal y más nada.

Otro día estaba yo en la casa y enfrente a la misma había una barbería, desde allí yo veía el espejo grande con su silla de afeitar por una ventana que daba hacia la calle mientras el barbero afeitaba a las personas que iban a esa pequeño negocio, no eran muchos los clientes, a veces entraba una persona, la afeitaban y al rato entraba otra.

No se cómo se me ocurrió tomar un espejo de mi madre y como el sol alumbraba toda la calle, ponerlo de tal manera que el rayo de sol diera directamente sobre el mismo, como salía un destello fuerte de luz lo apunté hacia el otro espejo grande de la barbería dando como resultado una explosión de luz en la misma.

Como el barbero estaba afeitando una persona, a lo que llegó ese rayo de luz se asustó y yo de inmediato quité el espejo volviendo todo a la normalidad. Cuando estoy volviendo el reflector de luz hacia la pared de donde lo tomé, siento golpes en la puerta, mi madre abrió la misma y se enfrentó con el barbero que estaba sumamente indignado, reclamando con razón mi mala acción, que si él estaba usando la navaja de afeitar podía rebanarle la garganta a esa persona y el problema iba a serde marca mayor.

De más está decir que me dieron una paliza de película, en verdad yo era malo y sentía satisfacción de ver asustar o sufrir a los demás, con el tiempo se me fue quitando y de vez en cuando hacía una broma, pero al irme volviendo hombre fui dejando esas malas acciones y comprendiendo que no era bueno hacer sufrir a los demás, ya que hay una Palabra de Nuestro Señor que dice: NO HAGAS A OTRO LO QUE NO QUIERAS QUE TE HAGAN A TI.

Cuando uno hace un mal a otro queda un remordimiento muy feo, pero si uno hace feliz a una persona proporcionando algo que sea de su utilidad o por alguna necesidad que se tenga, esa persona lo agradecerá por toda la vida y sobre todo quedará la satisfacción de que uno participó en ayudar al necesitado como Dios manda.

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