Las estrellas brillan sobre la oscuridad que hay por las calles, camino a prisa dado la peligrosidad que guarda la ciudad, siento el viento fresco en mi cuerpo, me detengo y miró al cielo mientras reviso mi bolsillo en el pantalón, sigue ahí, ambrienta de sangre, continuo caminando hasta encontrarme con un viejo bar lleno de borrachos, gente ansiosa por deshacerse de una realidad cruel que todos tenemos que soportar, pasó al frente y un hombre sucio con corbata y chaqueta viejos sale del lugar, se tambalea riendo y me observaba, por un instante recobró su sobriedad y su mas antiguo instinto le aviso del peligro, me miró a los ojos y su rostro alegre entristeció conservando una sonrisa amarga, ambos nos quedamos de pie mientras el ruido del bar continuaba.
-¿esta usted bien?-pregunte manteniendo un semblante serio
-yo se quién eres tú- contesto mientras se sentaba en la acera
-creo que me confunde
-imposible, se reconocer la muerte cuando la veo, soy un cobarde un maldito cobarde-
Agachó la cabeza y sin decir nada más intento alzarse contra mí, cayó al suelo
-Hijo de puta fuiste tú quien mató a mi mujer y ahora vienes a por mí-
Saco un revólver de su bolsillo, retrocedi y me puse en guardia entonces la saqué, una navaja larga de plata y empuñadura de madera aún con manchas de sangre
-Pero no te daré ese placer- justo entonces se metió el cañón en la boca y disparo
Su sangre y órganos se extendieron por el suelo, la gente comenzó a alborotarse y huí antes de que alguien pudiera verme, yo no lo conocía y quizá sí me hubiera dado tiempo pude haberle dicho que soy solo verdugo de hombres.
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