Voy y vuelvo por tus sombras, indiferente al tiempo, buscando el punto espacial que me permita regresar, claro que aunque transité una y mil veces sobre tu asfalto no es posible andar mas de una vez por la misma calle…

Ese día salí corriendo, me faltaba el aire, tanto llanto contenido por tanto tiempo quiso salir en un instante, en vez de ello, opté por recorrerte entera, esperando que fueras infinita y que también lo fueran mis fuerzas. Nunca pude llorar. Todos me consideraban la persona mas fuerte. Creo que el grado de fortaleza de una persona es relativo al de su entorno. Pero eso ya no importa, vos sí me conocías, me veías a diario y yo te veía a vos, sin embargo, nunca te percibí como aquel día, estabas casi irreconocible, lúgubre, húmeda, gris, los pastos verdes que alguna ves te adornaron se veían secos, ¿eras vos? o ¿mis ojos moldearon la realidad?

Distintos recuerdos vuelven a mi mente, tu olor a pasto verde mojado en aquellas mañanas cuando mis zapatillas trotaban por tus cuadras, el sol asomándose te iluminaba de a poco y algunos charcos reflejaban nuevamente la luz como queriendo devolver lo prestado. En las tardes, cuando volvía del trabajo, el solo hecho de verte desde el colectivo me hacia sentir de nuevo en casa, al bajar y caminar las tres cuadras, aunque ya estaba oscuro y sin gente afuera, sentía seguridad al recorrerte. Siempre acogedora, fuiste testigo de mis estados de ánimo, sin preguntar, sin juzgar, solo acompañando, en ocasiones me traías alguna charla trivial pero amena con gente vecina, conocidos de años pero desconocidos en lo profundo, esas relaciones extrañas que generamos los humanos, llamando “conocido” a otro, con quien compartimos espacios barriales, pero que al preguntamos algo con más detalle sobre tal persona, es muy probable el percatarnos de lo poco que sabemos en realidad. Otras veces me sorprendiste con la mejor compañía, algún perro, el de alguien que lo dejó salir solo o un callejero buscando algo de afecto y comida, esas almas puras que te reconfortan con sus miradas tiernas.

Sin embargo, ese día, no hubo nada de eso, nadie me detuvo para hablar del tiempo, ningún ángel peludo se cruzó por mi camino y vos me invitabas a conocer tu destino, tu final o el mío. Los pensamientos eran confusos, corría intentando lo imposible, llegar al punto donde se unen tus cordones paralelos y allí escapar de esta dimensión. No sé, creo que mi razón sufrió una grave distorsión, no pude pensar en soluciones ni en consuelos, no pude considerar las consecuencias del daño, sabía que tus cuadras atravesaban las vías de un tren y no pensaba detenerme si este pasaba. Y pasó.

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