21:30 pm 5 de Abril del año 2018 las salas del Hospital «Alas de la paz» se encontraban llenas de personas, personas con grandes heridas derramando espeso liquido rojo brillante, algunos se encontraban en camillas llorando del dolor, otros agonizaban, un poco más apartados estaban los menos heridos.

Las enfermeras corrían de un lado a otro tratando de transmitir calma, algunas inyectaban analgésicos, otras comenzarón a tratar allí mismo a algunos pacientes, todo era un caos los médicos priorizaban a los niñ@s y a los más heridos de gravedad, las salas de cirugías estaban todas ocupadas, algunas personas entraron como voluntarios debido al caos, faltaba personal, faltaban médicos, faltaba seguridad, faltaba ayuda, faltaba la paz.

Todo había sucedido tan derrepente que nadie lo vio venir yo menos que nadie, juro que fué lo menos pensado, un autobús de turistas envistió a una camioneta escolar, todo fué tan repentino que aún a mi diez años seguía sin entender porque me hallaba parado en medio de aquél caos viendo a mi padre sobre la camilla con su brazo herido, estaba tan pálido que competía con las blancas paredes de aquel Hospital, yo apenas tenía unos rasguños pero el sangraba mucho.

Ven.- Fué su débil susurro que sin dudarlo me acerqué a el.-No temas pequeño todo estará bien.- Aseguro con un intento de sonrisa sus labios purpuras me hacían sentir tan inútil.- Claro Papá.- Dije bajito mientras sentía que sus manos temblorosas acariciaban mis lágrimas.- Los médicos dijeron que ya vendrían solo tienes que esperar un poco más y pronto nos iremos a casa, Mamá prometió hacernos Lasagna.- Dije inocentemente yo confiaba en que pronto el saldría caminando conmigo de la mano.-

Claro bebé, claro.-Volvió a repetir en susurro.- Papá va a dormir un poco no te asustes, ¿Si? ¿Me lo prometes?.- Asentí fuertemente con la cabeza.-

Buen chico.- Dijo mientras lentamente cerraba los ojos, sólo me acerqué más a el apoyando mi cabeza sobre la suya y con mis pequeñas manos tomaba la suya, estaba un poco frió, sentía miedo mucho miedo.- Te amo Papá .-Dije nunca contesto supuse que dormía.

Los gritos y los murmullos del resto ya no me importaban no sabía si el sollozo era mío o de alguien más, sentía frió, me ardía las rodillas y los brazos, intente varias veces despertar a Papá y no pude, temblaba tenía miedo pedía por Mamá.

Unos segundos más tardes recuerdo qué una enfermera de cabellera rubia y ojos celeste se acercó a mi.- ¿Que pasa cariño, porqué lloras?, ¿Estas herido?.- La Sra tenía una voz dulce y mirada apacible. Sólo pude señalar hacia la camilla, ella al ver a dónde se dirigía mi vista se asusto pero rápidamente actuó, intentó reanimarlo con ayuda de un joven médico y de otra Sra de cabellos oscuros, yo me mantenía aparte mirando todo atentamente mientras mis lágrimas descendían.

Sentí algo quebrarse dentro de mi al ver qué todos aquéllos adultos se alejaban de Papá, el hombre negó reiteradas veces y la Sra que antes me había hablado volvió hacía mi.- Tendrás que ser fuerte.- Me abrazo fuertemente mientras yo lloraba en sus brazos.- Buscaremos a tu Mamá, te quedarás conmigo hasta qué ella venga por ti,- Luego de eso me llevó hacía otro lado, no sé que más paso, ya qué me dormí en un sillón rojo que había en el cuarto que yo compartía con la Sra María Torres así me dijo qué se llamaba, para cuándo me desperté estaba en un taxi con mi Mamá, ella me abrazaba fuertemente mientras lloraba rodee mis pequeños brazos en su cintura y ella me acunó más fuerte.

El día 6 de Abril se enterraba a Martín Rojas, en el panteón «Los Santos Sagrados», su viuda la Sra Agustina Rojas estaba al lado de su pequeño hijo Facundo Rojas de apenas 10 años sobreviviente del accidente en el cuál su padre perdió la vida, los padres de Agustina se acercaron a ellos y los acunaron en un abrazo fraternal dónde los sentimientos estaban a flor de piel.

Las primeras semanas el pequeño preguntaba día y noche por su padre, reiteradas veces aquél niño se despertó llorando por aquéllas pesadillas que lo acongojaban, Agustina se tomó unas vacaciones del trabajo y se mudo con sus padres, era muy difícil ahora sin su pilar, sin su compañero de vida, la vida le parecía tan injusta pero no podía rendirse había un pequeño ángel que dependía de ella ahora, con el paso del tiempo, de los años aquél dolor no desapareció pero con esfuerzo fue haciéndose llevadero, así fué como Facundo tomo la decisión de ser medico, un joven médico pediatra dedicado a aquél dispensario qué hizo lo posible y lo imposible por ayudar a tantas personas como pudieran, tantos niños habían sido salvados aquél 5 de abril, esa noche marcó varias vidas, marcó a un pueblo, la gente en ese día solía llevar flores aquél lugar de la carretera, se conmemoraba la vida de varios y de tantos que volvieron a renacer.

«…Porque solo falta estar vivo para morir… »

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