Historia de un gran amor

Historia de un gran amor

Manuel Ibarra

07/02/2018

Con ojos llenos de lágrimas Julián Castro lee aquellas líneas de la carta que escribiera doce años atrás y cuya primera intención fue hacerla llegar por correo a su cuñada Emilia. No puede evitar que la nostalgia embargue su alma al recordar los años de infancia en la escuela de aquel pueblo de la sierra falconiana.

Allí conoció a María Gabriela de la cual se enamoró perdidamente. Terminada la educación primaria se matriculo en la ciudad capital para continuar los estudios de bachillerato y cuando los fines de semana regresaba al hogar materno no perdía la oportunidad de visitar a María Gabriela.

Juntos se escapaban para darse un baño en las cristalinas aguas del rió y luego tomados de las manos pasaban horas tendidos sobre la grama de un frondoso árbol haciendo planes para el futuro cuando terminados los estudios marcharan a la ciudad a trabajar, conseguir un hogar, echar raíces y formar una familia.

Los padres de María Gabriela no se oponían a la relación solo pedían paciencia para que culminados los estudios formalizaran la unión en cambio la madre de Julián veía en el noviazgo un gran riesgo para que el joven continuara estudios de medicina en la Universidad.

Era tan grande el amor de Julián por María Gabriela que no existían barreras o dificultades que impidieran encontrarse y fundirse en caricias y besos, en la calle, el parque, el cine, una plaza, el río, debajo de un árbol, no les importaba el lugar, solo expresarse mutuamente el gran amor que sentían.

Llegada la mayoría de edad, la joven marcho a la ciudad al encuentro con Julián quien ya tenía algunos años viviendo en una pensión la cual lograba pagar con el dinero que percibía por las clases de matemáticas y físicas que impartía a los amigos de la universidad.

Por medio de Julián fue que María Gabriela logro un cupo para estudiar economía. Transcurrieron los años la joven pareja logro adaptarse a la vida de la ciudad. Muy de mañana marchaban a sus trabajos y estudios, regresando en horas de la noche a la habitación. Los fines de semana salían a comer, pasear, ir al cine, conversar y entrada la noche regresaban al hogar.

Pasado el tiempo Julián culmino los estudios de medicina y consiguió trabajo en una clínica mientras María Gabriela continuaba sus estudios de economía. Los ingresos percibidos le permitieron alquilar un apartamento y mudarse con su amada de la pensión.

Después de amoblar el nuevo hogar la pareja decidió preparar la boda civil en la intimidad, solo unos pocos amigos acudieron a festejar el enlace ya que los padres de ambos no tuvieron tiempo de acudir dado lo inesperado del evento nupcial.

Casados e instalados en el nido de amor Julián y María Gabriela continuaron con sus actividades de trabajo y estudios pero el destino les tenía reservados un percance que cambiaría sus vidas. Una fría mañana mientras caminaba hacia la universidad, la bella María Gabriela fue repentinamente atropellada por un vehículo cuyo chófer perdió el control al sufrir un fulminante infarto.

Tanto el conductor como la joven fueron trasladados a la clínica más cercana, precisamente donde trabajaba el joven médico Julián Cortez, quien estando de guardia recibió la trágica noticia. Con ojos llenos de lágrimas acudió al reconocimiento. Inmediatamente corrió al teléfono para informar lo sucedido a los padres de la joven, así como también a sus padres quienes sin perder tiempo viajaron a la ciudad.

Pasadas veinticuatro horas del suceso y culminados los tramites el cuerpo fue entregado a Julián quien a su vez acompañando a sus padres acudió hasta el pueblo para darle cristiana sepultura en medio del llanto y el dolor.

Transcurridas dos semanas Julián quiso regresar a la ciudad pese a la oposición de sus padres. Emilia hermana menor de María Gabriela se ofreció acompañarle para recoger prendas y objetos personales de su fallecida hermana. Al llegar a la ciudad la joven se percató de la tristeza que embargaba a su cuñado razón por la cual decidió quedarse unos días para hacerle compañía y ayudarle a superar tan irreparable pérdida.

Los días parecían semanas para Julián quien enclaustrado en su habitación no quería comer y solo la insistencia de Emilia le hacía abrir la puerta para ingerir alimentos y alguna bebida. Poco a poco Julián fue saliendo del encierro al punto que llegado el momento comenzó a pasar largas horas conversando con su cuñada.

Una tarde Emilia logro convencerlo para ir al cine de regreso al hogar en horas de la noche y mientras tomaban una taza de café, la bella muchacha le tomo las manos y mirándole a los ojos le dio un repentino beso en los labios. La reacción inmediata de Julián fue levantarse de la silla, una gran incertidumbre lo embargaba y un cumulo de preguntas se agolpaban en su cabeza:

¿ Seria correcto devolver el beso?,

?Aceptar un nuevo amor, seria traicionar la memoria de su difunta esposa?.

Pasados unos minutos que parecieron horas de reflexión, con voz entrecortada y sincera le dijo:

  • -Eres una hermosa mujer Emilia pero quiero que sepas que mi gran amor fue y continúa siendo María Gabriela. Gracias por el tiempo que has estado a mi lado pero en mi afligido corazón, aun no hay espacio para un nuevo amor-.

Seguidamente, la joven apenada respondió:

-Agradezco tu sinceridad y disculpa lo sucedido, que suerte tuvo mi hermana al conseguir un hombre como tú, ojalá yo tenga esa misma suerte algún día-.

La siguiente semana Emilia abandono el apartamento y Julián regreso a su trabajo en la clínica. Una tarde sentado en una de las sillas del comedor, tomo lápiz y papel y comenzó a escribir una carta narrando con detalles los más tiernos momentos que vivió al lado de su esposa y como después de su trágica partida se había entregado al abandono pero gracias a la ayuda de Emilia había logrado superar el trance. De manera sincera se arrepentía de no haber podido corresponderle como hombre.

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