Ahora en un presente tan distante de aquella infancia hermosa y pura de chocolate caliente acompañado de arepa con huevo una mañana de domingo antes de partir para el pueblo acompañado de mis abuelos, una pareja tan única como la de cada colombiano, madrugadores y trabajadores mas enérgicos que cualquier joven fitness hoy día, mi abuelo preparaba el carro uno del cual solo recuerdo su forma antigua y su color rojo, cubierto por una carpa café, mi abuela preparando las bolsas con mercancía la cual vendía en el parque de Amaga un pueblo cercano a la ciudad, donde mi familia tenia varios puestos de venta de ropa, donde aprendí tantas cosas como el valor de lo sencillo el amor al trabajo a la familia, la dedicación, donde mis tíos a pesar de sus estudios y trabajos nunca dejaban de ir siempre dispuestos dejando en mi la marca de nunca olvidar el valor de aquel lugar humilde del cual muchos aprendieron de la forma mas sencilla a trabajar, y así en la distancia de este presente recuerdo con claridad el trabajo de armar aquellos toldos de trabajo, el ir colocando cuerda tras cuerda amarre tras amarre incluso el como nos defendíamos de los días lluviosos con gigantescos plásticos transparentes que entre todos los puestos se unían para protegerse de la lluvia, recuerdo el como en esa niñez amaba esconderse bajo los toldos en las cajas de cartón, el olor al desayuno de pueblo, las bromas de mis tíos que mantenían el ambiente siempre alegre, las enseñanzas de mis abuelos y sus cotidianos regaños a niños que de tanto en tanto hacíamos lo que no debíamos, aquella memoria lejana como memorias en mi sangre que hacen palpitar mi corazón al solo pensar en aquellos momentos distantes en los que la familia compartía en esa unión de amor y trabajo, recuerdo aquellos cuentos de terror que uno de mis tíos tanto contaba al llegar la noche en camino a la finca de mis abuelos cerca al pueblo, historias que mas que aterrarme me llenaron de curiosidad por la narrativa del mundo por el descubrir y aventurarme, el sonido de una familia unida en un lugar no muy grande, pero lo suficiente para todos estar allí, son tantas las memorias que guardamos muchos colombianos que al levantarnos en este presente distante día tras día en un lugar tan distinto con un alma tan cambiante de nuestro alrededor que tal vez ahora vemos hacia atrás a aquellos recuerdos como historias de cuentos, y es cuando nos damos cuenta de lo grande que era nuestro mundo, pues en esta memoria distante, mis ojos comienzan a visualizar aquellos viajes a través de nuestro hermoso país, es cuando la memoria de aquel carro de color rojo que mi abuelo solía conducir se hace mas vivida pues vengo de una familia aventurera de una familia que hizo mi infancia mágica como ninguna de una familia colombiana llena de historias y recuerdos tan maravillosos que han hecho este presente algo aburridor y triste, ya que al dejar mi memoria libre en ese ayer hermoso me puedo dar cuenta de lo afortunado que siempre fui de haber vivido tantas aventuras como solo ahora puedo imaginar en mis pasatiempos al ir al cine o jugar uno que otro vídeo juego anhelando tener momentos mas allá de lo cotidiano, aquellos grandes ríos cristalinos cuyos nombres apenas y recuerdo, los pueblos, las fiestas que mis tías hacían de forma tan mágica con hermosos títeres que ellas mismas creaban y es cuando mi corazón me da esos toques del ayer, un ayer que muchos llegamos a tener pero que perdemos en el cinismo que ganamos al hacernos mayores. es cuando me pongo en pie y abro la puerta acompañado de mis dos perros dispuesto a darme una caminata, veo una ciudad tan distinta pero que en sus matices aun guarda el reflejo de aquel camino del ayer, donde las cosas aun en su complejidad eran mas simples, donde nuestras familias nos protegían del mal con mágicas historias y sencillas aventuras que hacen palidecer nuestro cotidiano vivir actual, con música de zarzuela y grandes obras recorriendo nuestra infancia llenándola de un incontenible amor.

doy el primer paso fuera de mi hogar el cual ahora veo mas como una cárcel para el corazón y la mente, con mochila en hombros me dirijo a lo mas alto de un camino cercano a donde vivo, un lugar llamado el romeral que lleva a una laguna escondida entre montañas desde la cual puede divisarse toda la ciudad, en el camino encuentro al salir una gran cantidad de autos personas afanadas y preocupadas yendo de un lado a otro sin parar con la memoria de su sangre completamente perdida, sin embargo puedo ver ahora los reflejos de mi vida pasada al ver el parque principal del municipio en el que me encuentro y veo aquellos reflejos de mi infancia de aquellos domingos en familia donde aprendí tanto disfrute tanto, así que tomo un camino mas largo para cruzar en medio del parque principal donde las palomas huyen al ver a mis perros donde uno que otro anciano aguarda en las sillas alrededor de la fuente principal vacía y desgastada. y continuo mi camino hacia lo mas alto, recorriendo entre calles y casas entre vecinos que solo ven pasar a un joven de mochila caminante con sus canes, pero yo con mis ojos ahora enfocados en un pasado solo veo lo que mi memoria de sangre me deja ver, y entre la trocha que lleva a lo alto comienzo a recordar en las casas mas alejadas del centro de la ciudad el olor a desayuno y la paz del campo hasta llegar a lo mas alto donde solo los pájaros cantan y el viento susurra historias de nuestro ayer me doy vuelta para ver aquella gran ciudad cubierta por mas que metal y concreto si no con tantos hermosos recuerdos de nuestro ayer y

lo maravillosa que fue nuestra niñez.

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