Juan se sentaba todas las tardes a las 17:25 en el banco que había junto a la parada del 27,muy cerca del teatro Price, cogía su periódico mientras esperaba volver a ver a esa muchacha de pelo negro que tanto le intrigaba y de la que no sabía nada, solo, que cada tarde llegaba con su carpeta rosa bajo el brazo y le tocaba correr para no perder el autobús; Juan, al verla sofocada le dio la risa floja, pero realmente, ella era el motivo por el que se sentaba ahí cada día. Esa tarde, la situación se volvía a repetir y a Juan se le volvió a escapar esa sonrisilla mientras no dejaba de ojear las noticias, y al alzar la vista viendo como arrancaba el autobús, notó como una mirada se clavaba en él, era la chica que tanto le fascinaba y parecía que al menos no pasaba desapercibida su presencia cada tarde en el banco, solo le dio tiempo a cruzar una leve mirada y una pequeña sonrisa de complicidad. Juan estuvo toda la tarde pensando en aquella sonrisa, en esa mirada, todo le parecía una bonita casualidad. Era martes y su semana empezó con un cruce de miradas que le hizo ilusionarse; terminó tarde de comer y se puso la camisa para ir de nuevo al banco a leer las noticias y a hacer su rutina para poder ver de nuevo a esa chica que le hacía sentir diferente. Bajaba por la Ronda de Atocha cuando decidió que hoy se subiría al autobús y quizá tener una conversación o al menos cruzar alguna palabra para saber cómo sonaba su voz. Llegó pronto, pero se sentó en la parada a esperar, aún quedaban unos minutos para que llegara y se encendió un cigarro mientras tanto para aplacar los nervios. A lo lejos vio como se paraba en un semáforo el 27, y miró de reojo por donde solía llegar la chica de la carpeta rosa. Él, sabía que ese era el autobús que ella tenia que coger y levantó la mano para que parara, justo cuando puso el pie en el escalón, la vio aparecer a lo lejos con su melena negra recogida en una coleta y corriendo con su carpeta, se hizo un poco el remolón para que le diera tiempo llegar y poder verla más de cerca; sofocada, subió al autobús y se sentó cerca de Juan en el asiento junto a la puerta donde no le dirigía ni una mirada. Solo pasaron dos paradas cuando ella se levantó sin dirigir ni una sola mirada a Juan, parecía nerviosa, seguramente seria prisa. Juan se quedó con la cosa de no poder decirla nada, pero al menos, sabia donde se bajaba y otro día iría hasta su parada para ver por donde vivía e intentar un acercamiento al menos.

Como siempre, ella recogía sus cosas sobre las 17, su autobús pasaba sobre las 17.30 y estaba a menos de un minuto andando, pero de un tiempo a esta parte se fijó en que un hombre con aspecto desaliñado siempre la miraba desde detrás de su periódico en el mismo banco y que no le quitaba ojo hasta que se había ido, y decidió llegar justa para no sentirse observada, no era algo con lo que se sintiera cómoda. Como cada tarde, agarraba su carpeta rosa, que la llevaba por si tenia que defenderse de algo, y corrió de nuevo al 27. Al subir, vio como esa mirada se clavaba en ella y un cruce de miradas le hizo soltar una sonrisa partida por el miedo, no sabia como actuar y solo se sentía tranquila cuando se cerraban las puertas y se alejaban de aquel lugar. Al día siguiente, la misma rutina, recoger los bártulos, y esperar en la esquina de la calle de al lado para correr y montarse en su vía de escape, aunque ese día no vio a aquel hombre en el banco, pero de igual manera siguió con su plan de escape, volvió a correr y al subirse, su corazón dio un vuelco, allí estaba quien tanto la perturbaba, por todas esas tardes que se pasaba mirándola a través de un periódico. Se sentó cerca de él, en el asiento más cercano a la puerta y estaba rodeada por dos personas más. Estaba inquieta, no dejaba de mirarla y empezó a tener un sudor frio, le entraron nervios en el estómago y se levantó en cuanto el autobús hizo la segunda parada del trayecto, pasada la calle Delicias, aún quedaban cuatro paradas más para la suya, pero prefería ir andando que seguir allí encerrada. Cuando las puertas se cerraron respiró tranquila, aunque pudo ver cómo la seguía mirando desde el 27 aquel hombre que no parecía un habitual del transporte.

Juan siguió yendo al banco cada tarde, e incluso cogió varios días el 27 y se bajó en la parada de su amor platónico pero sin ningún resultado, lo que el desconocía era que esa chica, después de su encuentro en el autobús, decidió dejar el trabajo porque no se sentía segura y le estaba costando hasta dormir volvian a su mente aquellos recuerdos…

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