La redención humana y los excesos

La redención humana y los excesos

Dispongo de un sistema infalible para hacer orden en una casa: la persona se dirige al ropero, descuelga el abrigo, toma la llave del apartamento, sale, cierra por fuera y ya está. Fue lo que hicimos en ocasión del último cumpleaños de mi esposa, pero esta vez nos alejamos en uno de los trenes que salen de Berlín rumbo a la población satélite de Bernau. Queríamos cambiar de aires y cualquier lugar nos venía bien, pero no imaginábamos que el pequeño enclave amurallado ejercería tan fuerte impresión en nuestros ánimos.

Por supuesto que estuvimos en un lindo restaurante donde comimos, conversamos y brindamos, pero no fue esto lo que nos marcó el día sino la fealdad de la historia cincelada en los muros del lugar, que recorrimos imaginando a la gente de seis y siete siglos atrás armándose de espadas, hachas, picas y arcos y flechas para repeler ataques de extremistas que tomaban la religión como pretexto y sembraban el terror aniquilando competidores de todo tipo. La crónica del lugar dice que se cuidaban principalmente de los husitas o los seguidores de Jan Huss, entre otros atacantes.

Pero el fanatismo no se encontraba únicamente fuera de los muros que rodearon Bernau por siglos. En nuestro recorrido encontramos la Henkerhaus o Casa del Verdugo, donde se conservan y exponen para el público los instrumentos de tan excelsa labor. En el mismo sitio y paralelamente eran sacrificados los animales, de cuyos restos se extraían grasas, pieles, pelos y huesos y el lugar era insufrible para las narices de los habitantes, pero su utilidad se imponía, como mismo se imponía la habilidad del matarife para hacer correr la sangre sin que le temblara el pulso. Así pues allí mismo se encontraba la Scharfrichterei.

La persona que ejercía esa actividad era llamada el Scharfrichter y esto, en una traducción directa, significa Justicia Cortante pero el nombre real al español es E jecutor de la Justicia o simplemente Verdugo. Y a quién mejor encargarle esa tarea que a quienes se afanaban con el final de las vacas, los cerdos, los carneros, los caballos…

La historia recoge algunos nombres y aquí está lo interesante, porque arrancar pieles humanas, enrollar tripas de personas todavía vivas, cortar orejas, romper brazos y piernas y por último seccionar cabezas, entre otras finezas, fueron tareas que se pasaron de padres a hijos y hasta de maridos a sus viudas. Sus nombres están ahí, para que la posteridad no olvide el ejercicio de la crueldad pagada.

Deseo sin embargo honrar la memoria de las personas cuyos nombres aparecen grabados en una placa y muestran a las claras el feo pasado que padeció esta región bajo el oscurantismo fanático y religioso. Todas ellas, mujeres en su mayoría, fueron culpadas de ejercer la brujería y se les torturó hasta su muerte. Fueron en verdad las víctimas de la envidia de quienes se llamaban médicos y enterraban a sus pacientes y sobre todo de la ignorancia. A la memoria de las personas de la siguiente lista van dedicadas estas líneas; el año a su lado, cuando se le asesinó:
frau blanckenburg 1536
frau glinicke 1537
anna schulz 1543
großmutter meermann (sin año)
mutter meermaan (sin año)
regina krümmel 1617
barbara müncheberger 1617
gertrud mühlenbeck 1617
mutter westphal 1617
gürgen crone 1618
emerentia flöricke 1618
orthie meermann 1619
dorothea helwieg 1620
catherina schultzen 1620
dorothea schlüens 1620
balthasar kluge 1620
barbara habedanck 1620
margarete dünnemund 1620
margareta wegener 1620
albrecht rolle1620
margarete hentzen 1621
anna hentzen 1621
anna mund 1621
elisabeth mund 1621
anna stechow 1621
catherina selcho 1621
anna kröchel 1653
eva strauch 1658
Me provoca mucha tristeza leer esa lista. El camino de la redención humana está plagado de todo tipo de excesos.

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