Mariana lidiaba todos los dias la misma dificultad: una cantidad indeterminada de niños apostados en su terraza haciendo bulla, formando jaranas, que terminaban por sacarla de quicio. Dentro de ese grupo estaba su hijo, naturalmente; era el primero en hacer desdorden, curiosamente, en esa tarde, peinándose en el espejo miró a través de la ventana del cuarto y no lo vio sentado junto con los demás, salió extrañada y le pregunto a los otros niños en donde estaba su hijo «Allá arriba» -contestó uno de ellos-señalando lo alto de una especie de Mangifera índica, de la clase de las Magnoliopsidas, del orden de las Sapindales, del reino de las Plantae, de la familia de las Anacardiaceae, en nuestro medio: un palo e’ mango. Mariana miro hacia arriba y entonces lo vió, encaramado peligrosamente en las ramas más altas .

-Bájate de ahí – Le gritó-

-¡No! -contestó el niño con energía-

-Ya verás -Dijo Mariana- y salió a buscar el único recurso (según ella) con el que había logrado enderezar el comportamiento de su hijo: El cinturón.

-Bájate ya -Volvió a gritar Mariana- mientras lo enrrollaba en su mano, como siempre hacía. Su enérgico y elevado tono de voz empezó a llamar la atención de sus vecinos. Los demás niños ya habían colmado el escenario: Había un grupo bastante nutrido de infantes curiosos y expectantes por saber como terminaba todo. Normalmente aquellos enfrentamientos terminaban con una dosis de correa para el niño, esta vez no parecía ser la excepción. Pero el niño estaba renuente a obedecer.

-Te he dicho mil veces que no te montes a ese palo -Volvió a gritar Mariana- ¡Bajate!

-No -Gritó el niño- ya se que me vas a pegar, siempre me pegas, dijo un poco triste, casi a punto de llorar. Aquel gesto, si acaso no fue premeditado, pareció surtir efecto; Mariana desenrrolló la correa de su mano y por primera vez en mucho tiempo trató de ser cariñoso con él «Ven bájate, no voy a pegarte»

-No te creo -le dijo- tu nunca me hablas, la correa es tu lengua .

A estas alturas, no sólo los niños eran los espectadores de primera clase en aquella escena, los adultos ya habían empezado a rodear aquel árbol, de manera que aquello ya tenia visos de espéctaculo. Hombres, mujeres, niños, vecinos, desconocidos, empezaban a preguntar que había pasado. Mariana se sentó en el borde de la terraza, con la cara hundida en sus manos y la multitud, ignorándola un poco, empezaba a murmurar tergiversando el verdadero motivo de lo que estaba sucediendo, escuchaba cosas como: «El niño se quiere tirar» o «La madre quiere matarlo», también «El niño está triste porque su mamá quiere cortar el árbol» o peor «La mamá sorprendió robando al niño y ahora él no quiere bajar» . No faltó que apareciera un vendedor ambulante que hizo su agosto en aquella sinfonía de curiosos vendiendo bolsitas de agua helada y helados de refresco, y, que al final creyéndose el gran descubridor le dijo a Mariana con una profunda reflexión y advertencia: «Señora, si su hijo se cae de allá arriba, se mata».

Mariana echó a correr a la cocina porque de repente se acordó que habia puesto la comida en la estufa, llegó justo a tiempo para que no se le quemara el arroz. Un niño le gritó desde afuera: ¡Señora Mariana, su hijo tiene hambre!

Mariana le llevó la comida recien hecha, le pidió el favor a un joven alto que estaba entre los curiosos para que le acercara el plato al niño y este bajó a una rama más cercana para alcanzarlo. Una vecina de enfrente que estaba barriendo desde que comenzó el suceso se acerco y se arrodilló para orar por el niño. La oración la hizo en voz alta, reprendiendo la actitud del niño. La policía y llegó, alguien los había llamado, se reportaron varias unidades que intentaban dispersar a la multitud. El niño le devolvió el plato al joven alto y se subió de nuevo a la rama mas alta, al momento que gritaba:

¡Mamá! no quiero ser más un niño, voy a convertirme en algo….diferente

-¿Cómo asi mi amor, en que? -Preguntó Mariana

-En un pollito -Dijo el niño-

-No mi amor no puedes-

-Si puedo -Dijo el niño con rabia- y agregó y si no puedo convertirme en un pollioto entonces me convertire en voz.

-¿En voz? -Preguntó la Madre con gesto de extrañeza-

-Si, solo seré mi voz, mi propia voz, no me verás más.

Justo en ese momento pasó la Banda de Guerra del Colegio Comunal del barrio

Pasaron las niñas que llevaban el estandarte, las bastoneras haciendo malabares con la guaripola, las del Xilófono, los de los timbales, los que tocaban las trompetas, las cornetas, el gordo del bombo, los jóvenes del redoblante; pasó medio barrio, después paso una sirena ululando, abriéndose paso y vino la noche, la gente se aburrió y cada quien se fue para su casa, los policías desaparecieron y quedó la madre, solo ella y la voz de su hijo, retozando entre las hojas.

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