Una noche como de espantos sentado junto a la ventana, con un cigarrillo casi consumido cuya débil luz invadía y traía consigo recuerdos que deambulaban entre las sombras, me encontré en la alcoba con extraños suspensos que llenaron de angustiosos pensamientos a mi alma intranquila. Afuera, la brisa penetrante y fría jugaba a través del velo de la cortina; un misterio gobernante bajo la luz de la luna hechiza.

Violentado por una curiosidad dudosa asomé el rostro y visualicé al horizonte edificaciones regidas por un silencio sepulcral. Mi mortalidad se sintió amenazada por un extraño presentimiento y de pronto, mi indagadora mirada recayó sobre un punto exacto. El tiempo se detuvo abruptamente y sobre la esquina del techo divisé una figura bañada en sombras y abastecida de mutismos; pero no sentí miedo, solo una confusa admiración.

Dicha imagen siguió inmóvil mientras trataba de descubrir su forma o alguna silueta que me diera indicios de su origen o especie, parecía una enorme ave protectora, vigilante del infierno. Debe ser una mala broma jugada por mi mente a causa del agotamiento en que se encontraba mi sonámbulo ser. La mirada permaneció fija sobre aquel ser oscuro designado a atormentar mis recuerdos mundanos. – ¿Quién eres?, ¿por qué me castigas a la sordina de esta noche llena de espantos? – Musité, pero no hubo respuestas, solo murmullos en mi mente.

Aún hoy sigue celosa sobre aquella esquina, reinando con su presencia este preciso rincón de la ciudad, quizás este juzgando las pasiones mal vividas que habitan mi recuerdo. Supongo que no me librare de ella hasta el día en que la parca me encuentre y me permita alejarme de su maligna imagen, conduciéndome al encuentro del Caronte, el cual me trasladará a través de la laguna Estigia al eterno inframundo para no sentir más.

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