El esclavo de la calle.

El esclavo de la calle.

Resultado de imagen de gran via de noche lluviaMadrid, Gran Vía.

El ruido de los charcos contra las suelas de sus zapatos se mezclaba con el bullicio y la secuencia cíclica de los cláxones, las voces y los estruendos de la ciudad, pero para él ese era el único sonido perceptible. Quizá porque en las grandes ciudades todo es en cantidades descomunales que nublan nuestra percepción: tanta gente que estamos solos, tanta luz que creemos que está oscuro, tanto todo que al final lo confundimos con la nada. Caminaba rápido, lleno de intención, la noche era su terreno. Inspiró profundo, apelando a esa seguridad innata de la que había disfrutado durante toda su vida, pero justo ahora, cuando más la necesitaba, había desaparecido junto a todo en lo que en alguna vez creyó.

Aceleró el paso. Sabía que no era nadie, ni siquiera para él mismo, se había encargado expresamente de ello. Era lo que todos llamaríamos un tipo duro, un hombre que no conoce el amor, ni la felicidad o al menos finge no hacerlo. Llevaba una coraza que le protegía de toda emoción con la férrea creencia de que esa ausencia de humanidad le hacía invencible. Solo una persona en este mundo había conseguido ver a través de ella, y ahora tenía que impedir que su corazón siguiera latiendo. La chica no le conocía, ni le había visto jamás, pero había terminado volviéndose imprescindible para mantener unidos los pedazos rotos del mundo de un hombre que sentía afecto por primera vez en sus cuarenta años de vida. Tenía tanto de él… Hacía tiempo que sabía de la existencia de su hija, pero simplemente fue anotada en su lista de errores de cálculo, como una situación excepcional que no podía volver a repetirse. Sólo cuando su jefe le ordenó eliminarla, él empezó a seguirla y a conocerla desde las sombras. Sólo entonces se dio cuenta de que podía llegar a ser tan humano como todos los que había matado hasta la fecha.

Convertirse en asesino a sueldo no fue decisión suya, simplemente una manera de salir del paso, de no volver a ese maldito centro de menores donde sentía que su vida se le escapaba. Con diez años creía que podía poseer el mundo y moldearlo a su manera, pero a penas tardó una noche en darse cuenta de que cuando la oscuridad caía sobre la calle, un nuevo mundo despertaba mientras el otro dormía… Y esa realidad no estaba hecha para un niño que todavía no comprendía ni su propia insignificancia. Probablemente estaría muerto si aquel hombre no le hubiera acogido, pero a cambio de seguir respirando tuvo que pagar un precio muy caro: su mentor le convirtió en un ser sanguinario y sin escrúpulos que condenó su propia vida quitándosela a otros.

Resultado de imagen de barrio salamanca madrid nocheSu reloj de pulsera marcaba las ocho en punto, y a pesar de que hizo verdaderos esfuerzos por evitarlo, había sido extremadamente puntual. Ni un minuto antes ni después de la hora prevista se encontraba frente a la puerta trasera del edificio donde vivía su víctima. Como siempre cargó el arma, se abotonó la gabardina y sacó su llave maestra. Todo ocurrió como de costumbre, para desagrado de nuestro protagonista, quien confiaba en que al ser un edificio donde vivían dignatarios y personas de importancia, algo le impediría concluir su misión, aunque pronto comprendería que se había equivocado de pleno. Pudo llegar hasta el ascensor sin ningún problema. Los guardias de seguridad estaban demasiado enfrascados en el partido como para darse cuenta de que tras ellos había un sicario caminado sigilosamente con la esperanza alguno le detuviera. Subió hasta el último piso, donde un simple disparo certero a la cabeza del guardaespaldas bastó para dejar fuera de juego a toda la extrema protección de un edificio de esa categoría.

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Estaba de pie frente a la puerta sin saber qué hacer, decidiendo entre la vida de la única persona que le importaba y su propia muerte si no cumplía con su deber. Los nervios le hacían cargar y descargar la pistola en un bucle sin final conocido. Sabía lo fácil y rápido que sería entrar y acabar el trabajo como había hecho desde la más tierna infancia, pero no podía, era completamente incapaz de imaginarla muerta. Solo era una chica de veinte años brillante con demasiado por vivir, no podía robarle la vida así sin más, aunque solo fuera por el puro egoísmo de saber que sin ella nunca tendría la oportunidad de volver a sentirse humano. En ese momento supo lo que tenía que hacer. Puede que fuera estúpido aferrarse de esa manera a un simple sentimiento, pero era lo único que había sentido realmente suyo. Cerró los ojos y mientras rememoraba la calle que le había hecho esclavo, se colocó la pistola en la cabeza y sin vacilar, apretó el gatillo.

Al día siguiente, el voto negativo de la diputada Andrea Aguilar fue clave para la decisión de no aprobar los fármacos Generation, con el resultado de impedir la expansión de un virus mortal para el que sólo Meridean Clinic tenía cura, aunque ese fue el secreto que su padre se llevó a la tumba.

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