“Viajar”, viajar y el tema de viajar mientras estoy viajando. Luego de un viaje que lleva ya dos, tres, seis, diez meses… Viajar y el tema de si pertenezco o no a algún lugar.

Primeras reflexiones del texto que preparaba para un concurso, luego de un viaje que venía recorriendo toda América, “de cabo a rabo” como decían en su país. Y no era todo, particularmente acotado: the West Coast (la costa oeste). ¿Por qué entonces había tenido que terminar del lado este, en la ciudad ficticia de uno de sus padres y uno de sus amigos literarios (Borges y Cortázar, respectivamente)? Ya en La Paz había empezado un par de textos: algunos entreverados con consultas al Illimani; otros con temas viajeros (“making a local connection”; “the last thing I expected”), en yuxtaposición con el tema del Heimat alemán (que si es patria u hogar u hogar-patria); otros en relación con las últimas vivencias (el encuentro de cara con la drogadicción a la cocaína en Canadá y la repentina visita al Museo de Coca en Bolivia).

Que viajar está condicionando cada vez más mi escritura, que al parecer ya va situándose en dependencia a espacios, altitudes… ¿o alturas? Ambos, quizá…

Duda al momento de escribir. Extraño pues la mayoría de las veces que se topaba frente a una hoja en blanco, el flujo de consciencia iba saliendo “claro y distinto”, a la Descartes. Y ahora, en cambio, palpitaban a cada momento las preguntas: ¿cómo escribir?, ¿qué escribir?

Optar por un cuento o un poema… Vi-ajar y sin el “ajar” está el “vi”, de lo que mis ojos han visto y al que poco le importa el desgaste físico [que sería el “ajar”] de andar rondando sin rumbo fijo… No, “vi” no, mejor “testificado”: acaso el testigo personifique mejor el hecho de que vi con todos los sentidos.

Y aún, como telón de fondo, quedaba la pregunta de si regresaría o no a casa de nuevo. Ahora, aún más que en Europa, la palabra Heimat (que traduciremos por “hogar-patria”) se identificaba menos con un referente en particular (¿el Océano Pacífico, la pampa, Los Andes?). Se aproximaba apresuradamente una cuestión a resolver: quedarse “con melón o con sandía”, o con la triste posibilidad de quedarse como “el perro de las dos tortas”: sin nada.

¡Optar por un poema! A fin de cuentas, viajar o no viajar no importa, el camino es lo que cuenta… No: un argumento muy flojo… Mejor contar la historia de cuándo surgió la cuestión Heimat.

Y escribió unas palabras en alemán, la sentencia que le había dado esa artista polaca: Heimat und was ist Heimat für dich. (= Heimat y lo que es para ti). Repasó en su cabeza las imágenes de entonces: tanto la silueta del país-resbaladilla que se forzó a ver, como los motivos no forzados (los prendedores de las cortinas en Francia, las flores artificiales en el cementerio de España, las montañas de Suiza, el ser-felino, rebelde e independiente de Venecia): todos correlatos de miembros de su familia o incluso de ella.

Heimat… Y no sé qué decir.

El pasado y el presente en espiral no identificando puntualmente un vocablo con su referente.

Ente, ente, ente

Un desvarío con los sonidos: no sería la primera vez que le pasaba.

˵Was bringt die Zukunft? Fragte Sie sich…

Le venía ahora ese fragmento de grabación en alemán.

(= “¿Qué trae el futuro? Se preguntaba.”)

Ich weiβ es nicht. Ich weiβ es nicht.

(= No lo sé. No lo sé.)

Y, de repente, lo sabía:

Más andanzas, más andanzas…

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