La última vez que te miro!

La última vez que te miro!

Wagneyris

24/08/2018

Tras tanto dolor causado por aquellos que anteriormente otorgaron tantas alegrías, la mejor elección para una jóven es emprender un viaje donde pudiera realizar su vida sin el egoísmo y la maldad de los que un día consiguieron en sus brazos amor y consuelo.

Llegó el día de marcharse, cuatro de la madrugada y es tiempo de levantarse después de una noche de desvelo lleno de pensamientos con dudas, algo de temor, incertidumbre, pero con tantas ganas de alejarse de su habitual entorno donde parece que su historia acabó. De manera melancólica y emotiva se prepara para salir a comprar el boleto a su Destino elegido. Un buen suéter para el frío y sus botas negras eran parte de aquel último atuendo que usaría en su localidad. Tras estar tres horas esperando para adquirir su boleto, finalmente se da cuenta que es un hecho su partida.

Una mezcla de rabia, frustración y dolor, con algo de alivio porque al fin saldría de allí, era lo que sentía esa Jóven Mujer. Salió de la agencia a su hasta ahora residencia a terminar de preparar su maleta, donde precisamente no podría llevar tantas decepciones.

Decidida a una nueva experiencia, esperando poder ser quien quisiera. Al llegar, miro por última vez con detenimiento aquellas paredes violeta que conformaban su habitación, aquella cobija con olor a hogar, esos muebles bien ubicados con recuerdos y trofeos que le hacían recordar tanto vivido en ese lugar. Una galería llena de recuerdos capturados en fotos que le recuerdan sus últimos momentos allí con personas de las cuales ha deseado alejarse. Así están sus manos llenas y también su corazón.

Sin hacerse esperar la hora de partir estaba aproximándose y allí tiene recepción un mensaje a su actual número telefónico, era aquel quien deseaba una despedida porque conocía qué era la última vez que la iba a ver.

Un «Voy saliendo a despedirme» contenia el mensaje recibido, a lo cual no dudo en responder; «tal vez sea mejor que no lo hagas. Ya mis lágrimas conocen con perfección el recorrido de mis ojos hasta las mejillas, por tanto que han recorrido». Aquel hombre no tardó en contrarrestar el argumento expuesto con su retórica respuesta; «No importa, quiero que mis lágrimas sigan el mismo recorrido al ver las tuyas. Ya estoy por llegar»

Estaba ella lista para su último almuezo en ese comedor, testigo de tantas risas y también de lágrimas, con aquellos que la vieron andar los últimos meses, personas amadas que habían separado ese tiempo para despedirla. Solo quedaba un puesto vacío que fue ocupado por aquel hombre al llegar a despedirse de aquella mujer que pronto se marcharia.

Muchas lágrimas y pocas sonrisas abundaban en ese comedor. Llega el momento donde las lágrimas no pudieron ser controladas y solo tristeza llena aquella mesa.

Ella nunca imaginó ese momento, o por lo menos no así.

En medio de tan tenso y tan fuerte momento reconoció el valor que le daban quiénes allí estaban.

Es hora de levantarse y recoger los platos. Era tiempo de finiquitar detalles para salir.

Todos se han marchado a sus labores, excepto aquel gran amigo que con insistencia e interés llegó a despedirse.

Pasando a la sala con un ambiente de gran tensión con sabor a tristeza se apoderó aquella hora, ambos sabían que el momento de un último abrazo se acercaba. Abrazos que durante muchos años acompañaron su hermosa relación. Relación que públicamente no pasaba de una amistad, pero donde ambos sabían que existía algo más.

Unos minutos ella se vuelve a su habitación, para mostrar a su amigo la camiseta elegida para ese día, al regresar cambiada, los ojos de aquel hombre se precipitaron a leer lo que en ella decia, lo cual era «La última vez que te miro». No se hizo esperar para ver sus ojos llenos de aquellas lágrimas de resignación. Era la última vez que miraría a los ojos a la mujer que amaba.

Aprovechando su cámara de vídeo, captura los últimos momentos de su gran amiga quien con voz quebrantada recitaba aquella canción de amor, donde profesaba que a su lado el tiempo no depende del reloj… Sus manos y sus pies no tardaron en juntarse y al menos pensar ambos se encontraban en medio de esa gran sala bailando su melodía perfecta…

Aquel gran amigo interrumpe el baile y con grandes lágrimas toma sus brazos y envuelve a esa mujer entre sus brazos, con amor, con deseo, con dolor, con ternura y comienza a dar aquel último gran abrazo… Muchas palabras no pronunciadas fueron dichas, un lazo con doble cordel desde ese momento unió sus corazones.

No se podría describir aquel llanto emitido por aquel hombre mientras abrazaba a su amiga, a su amada, a su amor, que en momento ya se marchaba.

Como un niño a quién han quitado lo que amaba, y como aquel que desesperado clama porque su mayor tesoro es arrancado, así era el llanto de él, un gemir, un llanto guardado por mucho tiempo de temor y que ahora se había convertido en tristeza. Porque perdía el amor de su vida.

Tras largos e interminables minutos es tiempo de soltar, de separarse.

En un «Adiós… Te amo» concluye aquella despedida.

Tras aquellos minutos tan intensos mezclados con confusión, no pudo ella hacer otra cosa que correr a su habitación y derramar su corazón en lágrimas por aquella despedida que sin dudarlo marcó para siempre su vida.

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