El retorno de Soledad

El retorno de Soledad

Héctor González

23/08/2018

Soledad subió al autobús, en silencio buscó su asiento; atrás quedaron los años de su vida de casada. Hijos, casa, recuerdos en un montón de puertas cerradas.

Ella sabía que debía dar un golpe de timón a su vida. Esa vida acompañada con el que fue su único amor desde que lo conoció. Esa vida de criar hijos montar un hogar, educar y guiar de la mejor manera a sus hijos.

Rumbo a la capital, adormilada por el vaivén del vehículo, soñaba despierta analizando el tiempo ido. El dolor del alejamiento se hizo más fuerte cuando su hijo prefirió la seguridad del futuro con su padre a la incertidumbre de vida con ella.

El marido la ahogaba con sus persistentes cuidados, cual joya valiosa; mantenerla bajo llave para que nadie osara mirarla. Soportó estoicamente 24 años…

El primer intento fue cuando el menor de los hijos ingresó a la Universidad.

Las vacaciones de verano hicieron la transición que necesitaba para decidir sobre qué debía hacer con su futuro.

Devorada por un sentimiento de libertad y con mucho miedo, dio el gran paso:

-Julio, necesito que hablemos, de nosotros, de ti, de mí.

-De nuevo con tus tonteras Soledad, déjame tranquilo.

El rostro de ella se ensombreció, con mucho esfuerzo recuperó la compostura e insistió…

-¡¡Julio!! No puedo seguir así, quiero mi espacio, quiero ser mujer…persona.

Bajó la mirada y luego un poco más tranquila retomó el diálogo

-No has entendido nada; recalcó con tristeza, como entre dientes ¡dudo que lo hagas! dijo con resignación.

Sacudió su cuerpo, movió la cabeza y explotó como si algo hubiera de pronto apretado el gatillo

-¡quiero el divorcio!

La frase sonó en el aire como un detonador de vivencias compartidas e imágenes suspendidas como un concierto de vidrios rotos…

El sintió como si cayera un balde de agua fría sobre su cabeza. Los ojos de Julio se abrieron como dos ventanas; anonadado respiró profundo…guardó silencio.

-Quiero libertad, eso quiero, ser yo misma, sentirme plena…tener mi espacio. Quiero respirar, ver el paisaje, conversar.

Quiero reír con mis amigos, compartir un momento después del trabajo, no quiero salir corriendo cada vez porque tú me esperas.

-¡¡Soledad!! Estás en un error… ¡nuestros hijos!

Reacción postrera a un shock nervioso severo después de la solicitud realizada por ella, cayó como bofetada en el rostro.

-¡Nuestros hijos!…

Intentó argumentar otra vez, más el torbellino de ideas y palabras lo bloquearon.

-Nuestros hijos, replicó ella, son lo más hermoso que me has dado; ellos nos unirán por siempre; no los involucres en algo que concierne, en este momento, solo a los dos.

-Reitero, deseo ser persona, ser mujer.

-¿Dónde irás? ¿Qué harás?

-No te incumbe. ¡Entiende, quiero libertad!

-Tengo alas y no me dejas volar. Tengo sueños y no los puedo realizar…

Al bajar del autobús, caminó en silencio subió al transfer que la llevaría al aeropuerto.

El retorno a la casa paterna se hacía más próximo.

Volver a nacer…volver a empezar.

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