No esperaba que llegara a algo. Yo solo buscaba lo que sería mi ultimátum real. Es increíble lo que pensé de camino a casa; «vivo odiando lo que me da mi aliento, no quiero aceptar mi conciencia pero, de todas formas, es la responsable de mi pensamiento».

Odio vivir, pero soy incapaz de no hacerlo. Odio pensar, pero soy incapaz de no hacer un calculo racional. Soy un mono resultado de un mono.

«¿Qué más que un simple mono viviendo como abeja? ¿Por qué odio tanto si, al final, sigo ordenes de algo?»

Pensé.

No. Yo no sigo reglas. Nada ni nadie se me antepone.

«pero si respirar es parte de la vida, ¿estoy obedeciendo al mandato preestablecido de la vida?»

No.

«falso, de hecho no soy un dueño. Soy una abeja disonante. ¿Porqué trato de no seguir ordenes?»

Pensé.

«¿Que hace que un algo sea algo? ¿acaso será el nombre con el que es llamado?»

Pero no. No soy dueño de una realidad. Pero allí estaba su casa fea.

«Fueron largos kilómetros.»

Pensé.


Creo que es necesario comenzar contando quién soy. Realmente no importa. No se porqué tengo que llamar la atención, soy adicto, deseo que me miren. Deseo dejar de desear, o a medias.

Tanta necesidad de atención me puso loco, creo. O eso me dijeron, creo. No. Las cosas no son cosas porque sí. Todas las mañanas veo mi taza y pienso: «¿qué hace que mi taza sea una taza? ¿porqué definimos las cosas como un algo absoluto?

«A quién le importa.»


Habrán sido las ocho en punto cuando salí de mi casa. Me presionó a salir. Le hice caso. Me desespero, me duele, me arrebata las ganas de pensar, me domina y me encierra en mi mente. Lo amo.

Pasear siempre me pareció una experiencia agradable, da lugar al pensamiento, algo que no me gusta practicar de forma entusiasta, pero que hago de forma automática.

«Cuando pienso con que estoy respirando noto como respiro de forma manual, es como que hice un «click» en mi cerebro y desactivé el modo automático»

Que loco resulta.


Habrán pasado 2 cuadras cuando me dije en voz alta:

«hay que comprar pan».

Me dirigí a la panadería del barrio, apodada popularmente en la cuadra como «la casa azul». Es un hermoso edificio celeste brillante, con una gran vidriera que deja ver a través de ella las delicias recién sacadas del horno. No hay nada más placentero que el penetrante olor matutino de panadería.

«realmente no necesito pan, pero de todas formas vine hasta aquí. Que raro resulta no entenderse a sí mismo. O tal vez me entiendo demasiado. Yo que se.»


Horas y horas.»¿Qué es el tiempo?» Pensó durante su paseo.

«si digo que un meteorito caerá a las 9 en punto, eso significa que cuando el reloj marque las 9 en punto el meteorito caerá»

Resulta interesante plantearse dilemas irresolubles. No me canso. O si me canso. Lo que importa es que lo hago. Si es que importa.


Algo que si importa es mi capacidad para odiar. Odio a los insectos, odio los libros, odio las películas, odio trabajar, odio caminar, simplemente odio. Odio mis ganas de odiar. Es hasta impulsivo, yo no quiero ser así, pero lo soy.

«¿estaré enfermo?»


El reloj marcaba las 10 en punto. Ya me aburría de observar el mismo paisaje todos los días. Debería perderme. Si, eso voy a hacer, me voy a perder.

Y me perdí.


«¿cuál es la definición exacta de un color? Ya saben, hay muchas formas de interpretar las cosas, las podemos ver de forma moral, económica, artística y un largo etcétera. De todas formas los colores no me representan nada más que una imagen que transmite algo, algo que jamás entiendo»

«supongo que soy muy poco inteligente»

Pensé.


«¿Cuál es el limite de mi creatividad? ¿Y si pruebo a crear un nuevo color, que no derive de ningún otro ya existente?»

Mi cerebro explotó.

«Esta vez ganaste tú»

Me dije, pareciendo esquizofrénico.


Ya son las 11 en punto. No se donde estoy. La verdad no me importa. Seguí caminando, apreciando el paisaje: grandes montañas que se veían a lo lejos, una larga carretera cuyo fin era incapaz de observar, un largo pasto al borde de la banquina, una larga caída.

«¿Qué habrá después de la muerte?»

Es una pregunta que siempre me hago. A veces me dan ganas de morir solo para saciar mi curiosidad.

«¿Y porque no descubrirlo?»

Porque no quiero morir.


«Solo me contradigo. Constantemente trato de hacerme la vida más difícil a propósito, pero soy un cobarde, un gran y asqueroso cobarde incapaz de poner en práctica su ideología, un cobarde con una gran boca para largar estupideces, para decir cosas que me hacen ver bien»

No, no lo soy.

«Lo soy»

La caída no es tan alta.

«Mas bien corta»

Al fin y al cabo ya estaba perdido. Tal vez resultaba ser un atajo a casa.

«Será la primera y última vez que no seré un cobarde».

Ese día llegue a mi casa. Seguía siendo un pobre cobarde.



Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS