Érase una vez un sueño.

Érase una vez un sueño.

Noel Chávez

18/08/2018

El busito que recorre el camino que atraviesa el pueblo, sacude todo lo que siento por ti al abordarlo, y desplazarnos lentamente por los fallos repetidos que tiene, y que nos impacienta a todos aquí dentro de él, con la esperanza puesta en un destino que parece inalcanzable pues parece llevarte muy lento hacia donde en realidad deseas llegar, para los que viajamos por trabajo, por la escuela o por amor.

Se detienen a cada momento bajando el ayudante del bus a revisar sus averías, a repararle en instantes ¿le socaban las tuercas?

Pita el bus en cada parada, baja y sube gente mientras aún sigo en la ventana de ese asiento, empañando con mi aliento la vista de un paisaje que, me adopta una vez que estoy fuera de esa carcacha que me trae hasta tu casa. Una vez fuera de ella voy sobre el fangoso camino, con mis pasos por el sendero, nuevamente en una larga caminata por las faldas de las montañas que tienen bordadas las puertas de tu comunidad, de colores, de unos muy hermosos, que me cantan a tonos fuertes y notas bajas que te ven pasar, aquí por donde voy, por las mañanas cuando vas por el agua, por la nesquiza, por la tarde por tus hermanos, y ahora yo otra vez, por tu amor.

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Suenan mis botas a paso lento entre el denso fango que me amarra al suelo, y me impacienta, como quien no quiere que te vea más, como quien no quiere que llegue a tí, pero he llegado.

Estas en un afán con tu familia en la cocina, desde la sala puedo escuchar las gallinas de afuera, la vacas del corral, y a tus hermanitos correr hacia ti a gritar mi llegada. Este viaje que hago por nosotros lo haría tres veces al día, por verte a ti con ese vestido verde con el que te camuflas entre los árboles, y vienes a mí con un apretón de manos mientras se me congelan las mejillas y los labios, calientas mis palmas con las tuyas.

Te tomo de tus dedos que casi se escapan de mis manos y que suavemente se deslizan lejos de los míos, me traicionan los nervios y el sudor de mis manos que, provocan que te deslices de estas manos que te sujetan con suavidad, sin poder retenerte mucho tiempo y se pierden tus manos de las mías, por tu necedad de no ir tomado de ellas mientras caminamos.

Sé que hemos recorrido todo alrededor que había en este lugar donde creciste, y vamos andando entre la brisa que nos arroja el atardecer, queriendo darte un poco de mi calor pero, se me congelan las manos, y las palabras no salen, se me atoran las ganas de robarte un beso, todo en mí se pausa cuando suenan tus palabras, que aunque frías y distantes, me sacuden más que esa carcacha en la que viajo hasta aqui.

Los colores del día se apagan poco a poco, y es casi mi parte favorita, ver como se reflejan tantos colores en tus ojos.

Cantan los pájaros, y dejo de lado su cantar para compartir mi sueño de vivir contigo en una canción, ya en lo alto de una colina, desde donde se ve todo el trayecto de mi llegada y mi partida, pongo uno de mis auriculares en tu oído, en el derecho, mientras uso el izquierdo, parece todo más lindo con músicas que cantan al amor, pongo en tu audición lo que quiero decirte, cosas que no puedo pronunciar.

Es la música que me hace soñarte, y retrata quien eres y lo que quiero que seas conmigo a la perfección, que escucho de ida y vuelta, que me hace irme y regresar, a vivir en persona lo que me hace sentir al escucharla, a vivirlo aquí a tu lado, a vivir el sueño que eres y me haces soñar despierto, en este atardecer que parece más apagado y apagarse de prisa. Es tan lenta la llegada y tan fugaz la estancia en tu compañía.

Allí en esa colina, juntos viendo cómo se sumerge en tinieblas el día, éramos los últimos en ver la luz en esa comunidad, y te vuelves a verme justo cuando está por llegar la parte que me hace soñar y vernos felices juntos, pero entonces, me devuelves el auricular, mientras te quedas viendo al ocaso, mientras yo te veo, y me mantengo así un rato buscando tu mirada que yace perdida viendo en otra dirección, en la cual no me encuentro, y entiendo que tus ojos no me buscan, y que mi sueño ya no sonaba en tu oído, o nunca te hizo soñar lo que yo, me di cuenta que estábamos en esa colina pintados, tu del color de ella, mientras que yo parecía desentonar, eran otros mis colores, y el ocaso se detuvo nuevamente como cuando lo veía solo, porque estaba ahí contigo al lado, soñando contigo, y tu soñando otra cosa.

Termine de escuchar mis sentimientos por ti. Ya soñé todo lo que quería soñar en estos segundos que quedaban; entonces ya es hora de marcharme. No se dijo mucho. Yo entendía, y ella sabía hacerse entender.

Resultado de imagen para despedida de parejas montaña sadDe regreso a mi comunidad la tierra estaba sólida, nada de pasos lentos ni botas sucias, al llegar al último tramo del camino, donde al inicio del día mis ánimos estaban al máximo en este mismo sendero, pasa a mi lado el recuerdo del hombre que cargaba consigo ideas que ya no trae de vuelta, impaciente por terminar el camino que da hasta su casa; veo al frente y estoy de regreso a donde comencé el día, esperando el busito que recorre el camino de regreso lejos de donde no pienso volver.

Esta vez la carcacha corría como nueva, me saco tan de prisa de ese lugar como si supiera, como si entendiera lo que una carcacha no puede entender.

Y regrese a mi vida.

No podía llevarte hacia mi sueño… lejos del tuyo.


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