La joven, temerosa, subió al tren. Era la primera vez que viajaba por la noche, sola. Tendría que dormir allí, rodeada de gente extraña. Iba a ser una larga noche. Y no se sentía segura.

Cuando entró al compartimiento, vio a una jovencita que, recostada en su asiento, parecía dormir. La joven se sentó frente a ella y la observó detenidamente -¨parece estar drogada¨- pensó.

Poco después entró un hombre de raza negra, con aspecto peculiar. Vestía una túnica muy colorida, y un extraño sombrerito. No miró a las chicas. No dijo nada. Se sentó al lado de la jovencita. Y se repantigó en el asiento. La joven se sintió incómoda. Estaba molesta, y fatigada. Entonces decidió recostarse en su butaca, para intentar descansar. Pero el hombre estiró las piernas, y sus pies quedaron muy cerca del rostro de ella, por lo que tuvo que volver a sentarse. Se acurrucó en la otra esquina. -¨Ya no voy a dormir¨- pensó. Estuvo toda la noche dormitando de a ratos, pero siempre alerta, vigilando al extraño. No confiaba en él.

Cuando amaneció, la joven se despabiló, y enderezó en el asiento. Vio que el hombre dormía tranquilamente. Pero algo llamó su atención. La chica que había visto recostada en el asiento de enfrente, ya no se encontraba allí. Le pareció muy extraño, y se preguntó cuándo habría salido del compartimiento, y por qué.

El hombre despertó, y la joven sintió que la observaba. Esto la inquietó mucho, porque ahora estaba sola con él. Rogó, en silencio, que la jovencita regresara pronto. Pero, por alguna razón, sabía que eso no sucedería. Ella hacía lo imposible por ignorarlo, pero el hombre no dejaba de mirarla. De pronto, le dijo algo en francés. Se hizo la desentendida. Pero él insistió y le preguntó, en inglés, de dónde venía y qué hacía. Tuvo que contestarle. Cuando mencionó que era sudamericana, y cantante, el hombre pareció sorprendido, y se mostró muy interesado. Le sonrió, y comentó que era muy rico, y vivía en una mansión. También dijo que, cuando estuvieran en la ciudad, la invitaría, y le pagaría muy bien si actuaba para él. Eso, a ella, le pareció muy extraño. Se sintió amenazada.

Poco tiempo después, oyó una voz anunciando que estaban llegando a París. Esto la tranquilizó un poco. Pero seguía inquieta, porque sabía que no habría nadie esperándola en la terminal.

Cuando el tren se detuvo, esperó que el hombre saliera primero. Después de unos minutos, tomó su maleta y bajó a la estación. Por suerte, él ya había desaparecido entre la multitud.

La joven estaba desorientada. Se dirigió a la oficina de turismo, mostró una dirección y preguntó, en inglés, cómo podía llegar allí. Pero no le respondieron. Ni siquiera la miraron. Se sintió perdida y desamparada. No sabía qué hacer. Estaba a punto de llorar. En ese momento, un señor de mediana edad, que la observaba, se le acercó y, muy amablemente, le preguntó, en inglés, si necesitaba ayuda. Ella le explicó lo sucedido en la oficina de informes. El señor se molestó mucho, se dirigió allí y, en un perfecto francés, les recriminó su falta de educación y cortesía para con la joven extranjera. Esto la reconfortó. Cuando regresó, el hombre le preguntó cuál era la dirección que buscaba. Ella le mostró la tarjeta que le había dado su amiga. El señor dijo que ese lugar estaba muy alejado del centro de París. -¨Podría tomar un taxi¨- dijo la joven, tímidamente. Entonces él le aseguró que eso sería arriesgado, ya que los taxistas no eran muy confiables, y al ver que era extranjera, podían aprovecharse de ella.

Al verla tan desconsolada, el señor le preguntó si tenía otra dirección. Ella dijo que sí. Un amigo le había facilitado el domicilio de una familia conocida, que residía en el centro de la ciudad. Buscó en su agenda y se la mostró. Luego de verla, el señor la miró y dijo -¨esa calle queda cerca de mi casa. Si usted quiere, yo la puedo llevar. Desde allí le será más fácil llegar a la residencia de su amiga¨-. La joven no sabía qué responder. No se sentía segura. Él pudo notar su desconcierto, y su temor. Le sonrió y dijo -¨entiendo su desconfianza, pero no creo tenga otra opción. O confía en mí, o se queda aquí, sola¨ -.La joven se sonrojó, y bajó los ojos. Pensó que debía creer en él. Y eso hizo que se sintiera más tranquila, y algo más segura. -¨ Tiene usted razón¨- le dijo, y lo siguió hasta el auto. Durante el viaje, el señor le preguntó acerca de su vida. La joven le contó que había estado un tiempo becada en Italia, realizando cursos de perfeccionamiento de canto. Pero cuando ella quiso saber algo de él, sólo dijo que estaba casado, y que su esposa e hijos vivían fuera de París. Todo parecía estar bien…

De pronto, la joven tuvo una extraña sensación. Miró por el espejo retrovisor y observó un auto que se acercaba, rápidamente, a ellos. Le extrañó ver que el conductor era el mismo sujeto que había viajado con ella en el tren. Y que, a su lado, recostada y dormida en el asiento, iba la jovencita que había estado en el compartimiento con ellos, y que luego había desaparecido. La joven sintió una gran inquietud. Entonces notó que el auto que la trasladaba a ella, se desviaba de la amplia avenida por la que circulaban. Volvió a mirar por el espejo retrovisor y vio que el carro que venía detrás hacía lo mismo. Ambos tomaron, a toda velocidad, un camino lateral. Se asustó mucho. Se dirigió al conductor y le preguntó -¿qué sucede?- El hombre la ignoró por completo. Ella insistió, pero él parecía haber quedado mudo. Entonces miró sus ojos, y horrorizada, vio que estaban vacíos. Sintió que un fuerte escalofrío recorría su espalda. En ese instante, la joven supo que había cometido el peor error de su vida…

FIN

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS