La mañana parecía como cualquier otra, mire por mi ventana corriendo los postigos desgastados.

Ese día había estado lluvioso, al cabo de unas horas retorno el sol. Caminaba por los pasillos de casa con una sola idea, tomar mi bolso y salir de viaje a cualquier lugar para un descanso. Escribía por esos días mi novela y esa rica fuente de inspiración se había desconectado. Aun así decir tomar un auto a la costa, cuando llegue note que el sol en aquel lugar era ardiente y aun así animaba a nadar el azul mar. La noche llego y con ello la soledad. Me dirigí a mi portaequipaje y allí estaba mi inseparable amiga, mi maquina de escribir junto a sus teclas, tome papel, copa de vino en mano. El balcón daba a la bahía y las luces de la ciudad eran tenues. Entonces empeze a escribir sobre Elen. Una espía belga en tiempos de guerra. Con la mision de llegar a Berlin y obtener el listado aleman de la gestapo activa en España. La escena no podía ser mejor y comenzaría en una carrera contra el reloj, escribí por horas, sin parar, dormí y el sueño pareció ser breve. En la mañana temprano baje al desayuno allí estaba yo en medio de un salón lleno de Franceses. Españoles. Alemanes. Un 1942 agitado me esperaba. De la nada un caballero se acerco a la barra. Me extendió un papel finamente doblado y añadió. Le esperan para su misión en Berlin. Reunase en la fuente de la plaza principal dos en punto. Sea discreta. Quede allí tomando mi café y buscando mi razón. Allí estaba yo ahora espía y dispuesta a cumplir con una mision. Desperté sobre mi maquina de escribir la inspiración habia llegado y con ella miles de aventuras que me esperaban. Y fueron las mejores vacaciones como espía y narradora de historias.

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