CORAZÓN EN VÉRTIGO

CORAZÓN EN VÉRTIGO

Martha Wandemberg

24/07/2018

Qué frágiles somos a cuarenta mil pies de altura, nuestro propio yo oscila entre la plenitud y el miedo, distrae acaso la mirada esquiva detrás de la ventana que regala, un plácido horizonte delineado cual pintura de un artista anónimo, que todo lo transforma tornándolo mágico y bello, pincelada de luz que dará alivio al besar la madre tierra.

El ruido de un tren aparece en la escena y empieza a latir fuerte el corazón en vértigo, la ausencia costó lo que el rumor de viento se lleva; cuántos sentimientos encontrados, cuántas vivencias escondidas a ritmo de paisajes que deambulan ante la mirada absorta de quien se aproxima a la cita tejida con uno y mil desvelos. Ah ingenua intención de esconder la lágrima materna que se aduerme en el mismo espacio donde ayer ella dormitaba sin que nada pudiera causarle angustia o miedo, pueril o vaga pretensión humana, de querer ganarle una partida de ases a la misma geografía que separa los anhelos. Cómo no mirarle a los ojos sigilosa, sin despertar el pasado que clama por un olvido, sin pretender el “te absuelvo” que se torna imprescindible.

Y así cual desatar el lazo de un regalo, se abrieron las vivencias de un singular viaje, donde horas interminables perpetúan el caminar de los vivos por la vieja Europa y sus calles angostas, coloridas, que reflejan historias escondidas cual tesoros en el tiempo, adoquines testigos de pasos amigos que la guerra no pudo borrar; lagos encantados de serenas aguas azules dispuestas a fluir bajo el tímido sol, mientras dos almas aguardan por el reencuentro deteniendo en el pecho la emoción; sí, han pasado febriles calendarios casi sin sorpresa, dias, meses y años vestidos de añoranzas, silencios, pesadumbres, cuántas veces de sonrisas y cantos alegres que brotaron de una voz tierna y hermosa, de aquella que espera, que importa la prisa si en ella va envuelto el amor.

Viajar, advertir en cada rostro una historia, andares distintos o quien sabe caminos opuestos que se juntan como ríos cuando vuelven a la mar; sueños forjados que alcanzan en equipajes pequeños o grandes, livianos o cargados de ilusiones, de amor o desamor; triunfo o fracaso doblados cuidadosamente para dejar espacio a la esperanza, y algún que otro rincón donde poner el frasco transparente del antídoto al dolor. Tic-tac de un reloj que no detiene su ritmo voluptuoso y constante. Una voz entonces interrumpe el sortilegio para anunciar que todavía hay camino a recorrer, a la par que entre las manos se alojan los recuerdos, se engalanan las tristezas o se visten de color. A lo lejos se aduermen los silencios a fuerza de expresar, lo que el alma acuna en las pestañas de un mundo que no alcanza a despertar o despejar incógnitas que traspasan el umbral de la calma, regalando soledad.

El ronco sonido de los frenos anuncia la llegada del destino elegido, de la eterna premura por volverla a encontrar, del sentir que anuda caudaloso llanto que no puede explicar, el porqué o el quizás, deshojada penumbra de constante ansiedad; gota de agua cristalina haciendo debut en el inmenso mar. ¿Y si no acude, si algo la detuviera, matemática absurda que no va a restarle a la descalza inocencia, las mil preguntas que no tienen respuesta ni absuelven las dudas, ni siembran perdón? ¿Dónde bautizara el destino las palabras no dichas en dieciséis lunas?, de trescientos sesenta y cinco suspiros que desfilaron raudas en cada amanecer, dejando una estela de pálido reflejo cual tiempo que se diluye en un latido, a la par que el alma se entretiene en su compás; agradecer tal vez el poder contemplar aquellos campos inmensos vestidos de verde, involuntarios testigos de aquello que quizás marque un nuevo comienzo a deshojar; frágiles minutos que no saben a miel. ¡ Rescata entonces la ilusión su arma mientras la inspiración levanta sus solapas y echa andar!. Recoge en el sendero mil nostalgias, hechos o sueños que apenas dejan que se filtre el alba trayendo diálogos que, ¿ habrán de recorrer el velo y quién sabe la verdad?…

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