Asomada a la ventana, absorta, mira hacia la lejanía. Ya hace un mes de su llegada, la alegría de aquel día fue efímera, hoy, solo hay lágrimas y tristeza ¡Caracas le parece tan lejana¡. La brisa de la tarde que regresa al mar trae el olor del cacao fermentado y el repiqueteo de los tambores, es 24 de junio; los esclavos ¿Protestan o se lamentan? ¿Se rebelan o se someten?

Hace dos días que no lo ve, desde que bajo la sombra de la ceiba decidieron huir de las contradicciones sociales y su padre los descubrió. Él lo enfrentó con valentía, pero se lo llevaron. Ella, sufre en silencio las consecuencias de su atrevimiento.

Fuerte, alto, de tez morena clara, cabellos ensortijados y ojos oscuros, es el producto de la unión entre negros y blancos. Víctima de un feroz conflicto racial, la imprecisión de su existencia lo llevó a desafiar las desigualdades de la época.

El murmullo de los tambores presagia desgracia. Repentinamente, desde los cacaotales ve venir corriendo a una esclava, que ahogada en desesperación le grita -¡Niña, corra! Antonio logró escapar de los látigos y va hacia la ceiba con una cuerda, ¡Corra por favor!

Contraviniendo las órdenes de su padre corrió hacia el árbol. Lo vio ensangrentado, herido por los azotes y con la cuerda alrededor del cuello. Atormentado, la miró a los ojos y lanzando un grito de dolor en cruel despedida, saltó. Ella, horrorizada, quiso alcanzarlo, pero algo la detuvo provocando una nefasta interrupción… ¿Terrible inexistencia o un viaje sin retorno?..

…Tic tac tic tac… el sonido monótono y sincrónico le anuncia que está llegando la hora ¿Destino incierto? ¡Tal vez! la existencia misma es un viaje del que solo se conoce su punto de partida ¡Los vaivenes de la vida! Ayer era la niña de la casa; hoy, la mujer que huye, que se rebela.

El trayecto hacia la vieja casona propiedad de sus suegros fue conspirador al igual que su noviazgo. Se conocieron en la universidad y durante cinco años se mantuvieron apartados de sus familias, pero era lógico que se supiera ¿Las consecuencias? Unos la recibieron con los brazos abiertos, otros la llamaron traidora.

Hace dos días que llegaron y se siente como en casa. Esa noche el grupo familiar se reunió para conversar. Una de las niñas, a propósito de la víspera de San juan y cumpliendo con una tradición familiar, pidió a la abuela que contara la leyenda de la ceiba, entonces, la anciana complacida, comenzó su relato:

-Hace muchísimo tiempo esto era una gran hacienda de cacao. La hija del dueño y un mulato se enamoraron, pero esos matrimonios estaban prohibidos, por eso decidieron huir, lamentablemente fueron descubiertos y castigados, ¡Existían tantos prejuicios y prohibiciones!. Cuentan que él se ahorcó en una rama de la ceiba, ella quiso detenerlo, pero su padre la mató y luego se suicidó él. Desde entonces, en noche de San Juan, sus fantasmas merodean por el lugar reclamando con gritos y lamentos justicia y paz para sus almas.

Con rebeldía, María se persigna y reflexiona ¡Parece mentira que los conflictos raciales de la antigüedad persistan en pleno siglo veintiuno! definitivamente los prejuicios son nómadas, no pertenecen a una época en particular, simplemente se renuevan perversamente y atacan sin piedad…

Las campanadas anuncian que la misa en honor a San Juan va a comenzar, con entusiasmo se mira al espejo, sus facciones delatan su ascendencia europea, su larga cabellera rubia luce hermosa, el vestido le queda precioso, se siente feliz ¡Al fin será su boda!

Sus pensamientos se interrumpen pues hay un alboroto impresionante, las emociones se dibujan en rostros sonrientes y en gestos de ansiedad por lograr que los preparativos estén listos a tiempo: Las flores, la comida, la música…y el novio que la espera en la capilla. Del brazo de su suegro, segura, se dirigirá hacia el altar donde dará un si en contra de los prejuicios raciales de su famila.

Descansando del ajetreo de la celebración, se encuentra absorta mirando por la ventana hacia la lejanía, la brisa de la tarde que regresa al mar trae consigo el olor del cacao fermentado y el repiqueteo de los tambores, señal de que las fiestas están en su mejor momento

Se adormece, de pronto una algarabía la hace abrir los ojos y como en sueños ve correr hacia la casa a su cuñada que grita -¡María corre! Tu papá está como loco, Antonio logró escapar y va hacia la ceiba. Siente angustia, instintivamente sabe cómo llegar hasta el gran árbol. Al acercarse miró horrorizada a su padre apuntando con un arma a su esposo, una fuerza indescriptible estalló en su pecho impulsándola a exclamar:

-¡Basta papá! ¡No estamos cometiendo delito ni pecado alguno! si no nos quieres dar tu bendición nada te obliga, ya Dios nos dio su aprobación. Eres tú con tus prejuicios ancestrales quien peca haciéndonos infelices a todos ¡Suelta el arma! Con ella solo vas a ocasionar desgracia, te quiero y espero que algún día puedas aceptarnos…

Antonio sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral y algo que le apretaba el cuello obstruyéndole la respiración, palideció, ella corrió hacia él y lo abrazó.

El tiempo pareció adueñarse de ese momento para corregir errores pasados, todos se dirigieron hacia la ceiba en defensa de los novios. Una rabia contenida por siglos renació reclamando justicia y aquel hombre enfurecido, en medio de una vorágine inexplicable, pudo verse disparándole a su hija y al experimentar tal horror entendió su desatino; entonces, una interrupción pretérita dio paso a un nuevo comienzo

Tal vez la inexistencia sea una consecuencia del olvido, quizás aquello que encuentra eco permanece vivo en forma de historia para viajar a través del tiempo en la búsqueda de un nuevo destino… lo cierto es que ahora en la víspera de San Juan, las abuelas contarán que Antonio y María regresaron a la ceiba desde el más allá y venciendo a los prejuicios, convirtieron aquella huida prohibida en una feliz luna de miel…

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