¿Dónde comienza esta historia?
Debería saberlo. Dónde y cuándo está el viaje de mi vida… En otro cielo, en otro océano, para encontrar lo que me falta. Empacar ligero: sin fantasmas, remordimientos, sin memoria. Escapar de la gravedad para poder volar. Si mi alma no pesara 21 gramos, si tú no fueras quien para decirme las palabras con las cuales dejarte… Pero lo eres. Dime: –¿Qué hago con mi vida?–.
Veo una calle. Es lo primero que veo. Porque soy un cuervo.
Bajo un cielo tejido con luces centelleantes y letreros neón, –la contaminación mundana–, escucho el caos de la ciudad y aterrizo. Sumergida en los colores, los olores, rodeada por extraños que me miran, me ignoran, puedo ser yo; otra ermitaña, huérfana, adoradora de la luna con mi piel morena. Sin martilleo de preguntas, apodos, miradas que ahondan en un «todo» y me convierten en «nada». Perdida en esa ciudad con la que sueño… Seúl. Mi amor imposible. –¿Puedo tenerte si renuncio a mi raíz?–.
Puedo cambiarme el nombre, arrancarme estas cicatrices. No más “Estephania”. Sólo una chica alienada, lunática, bajo el ojo nómada que me observa partir en un autobús a la medianoche. Con escalas al infierno para llegar al Valhalla. Intento ser amada por quienes me rodean. Intento acoplarme, sujeta a palabras que me describen. “Tímida, leal, miedosa, ingenua”. Y me cortan, más que el frío de la soledad en mi cuarto lleno de recortes. –El amor corta–. Pero el monstruo de la soledad me conoce mejor que nadie. Se alimenta de quien solía ser, y aquella voz intenta alejarme de la ventana.“Todo estará bien”. –Ella no quiere que tome el viaje sin retorno–. Es Anya, en medio del caos, y mis demonios en la orilla, gritando. ¿Es por ellos que no te pertenezco, o es por ella? “Los artífices son complicados”. ¿Lo soy? Un “artífice” o “complicada”. Dejé la universidad por esta locura. Dejé que me cortaras para estar aquí. Pero, ¿Cuál es el punto? Empaco esas maletas una y otra vez en mi mente, y me voy. Quiero hablar un lenguaje que mis demonios no entiendan, vivir una vida con tobillos desnudos, sin anclas. Que nadie se atreva a describirme sin mi permiso. «La autobiografía de mi fracaso». Pero, Okāsan dice:“El mundo es un lugar peligroso, con personas malvadas que intentarán aprovecharse de ti”. Y concluye: “No quiero recogerte muerta de una zanja…”. Así que, aquí estoy. Un fantasma en el cuarto al final del corredor. «A salvo». Sin flores que crezcan en mi pecho, pinto árboles que ya han muerto.
Escucho a mis paredes crujir y a mis demonios arañar.
Temo perder lo que quiero antes de encontrarlo. Temo siquiera encontrarlo. ¿Qué es? Quisiera que me dijeras que esto funcionará. Que me mintieras de vez en cuando. Sobre el sexo, el amor, la vida. ¿Qué hay más allá del horizonte al caer la noche? Veo las estrellas, pero tu voz me sigue como una sombra, y me alcanza. –No confíes en nadie–. «La alargada sombra del amor». Me aferro a mi imaginación como una niña, en el rincón oscuro en mis pensamientos donde tú estás prohibida, donde el amor está restringido y el aire silba con palabras que no puedes pronunciar. 내가 떠나줄게.–Me voy–. Lejos de ti y de mí yo de veinticinco años que se te parece. –Las probaré equivocadas–.
Imagino esa calle al otro del mundo. Sombras y luces enamorándose de nuevo. ¿Podría enamorarme también? ¿Podría mancharme con la felicidad de nuevo? Colorearme. Dejar de ser un utensilio, una fotografía, un empleo que detesto, la primogénita de la cadena de hijos por los que dejé de adorarte, Otōsan… Estoy cansada del naufragio, del fracaso. Quiero reír, gritar, sentir, besar; saltar a la inmensidad mundana. Vulnerar tus mandamientos. Ser libre de mi cautiverio. Perderme en el océano y ahogar mis lágrimas. Llenar mi vacío y unirme a los cuervos de la ciudad. Lejos del hueco que te nombra. Arriba, lejos, etérea en el cielo.
Me tengo que ir. –Déjame ir–.
Soy yo quien está en el lugar equivocado, en una jaula. Tú eres yo en las coyunturas más tediosas de mi ser. ¿Cómo dejarte saber la terrible y egoísta persona que soy? –Te saqué los ojos–.“Cría cuervos, y te sacarán los ojos”. Ahora debo abandonar lo que soy. Deja a mis árboles en las paredes renacer. Despídeme de quienes no comprenderán tampoco por qué. Que el amor real corta. Que soy el cuervo que devoró tus semillas. Soy la V.C Andrews que dejaste empolvada en el estudio para que la encontrara. Soy exactamente la persona que intentaste olvidar en ti, la joven tú que no floreció. Soy tu perfume, con notas de él, y hay crímenes en nuestra historia, algunos «te amo», tantos «adiós», y ningún lugar perfecto para que nos abandonen. Y si lo hubiera; ese lugar estaría llamándome, ahora. Cuida de mis hermanas. Tres era un número virtuoso, pero cuatro hubiera sido algo completo. Un par contra el mundo, y yo; sola en el jardín, fingiendo ser una rosa sin espinas. Pero las rosas tienen pétalos; y acepto mis plumas negras, y la verdad que brota de mí como yo de ti alguna vez. –La ficción y la realidad se aman como madre e hija–. Anya debió ser tu hija. Te mandaremos cartas. –¿Las quemarás también? ¿Habrá una larga caminata para olvidar? ¿Una luna del pasado a la cual culpar?–. Esta ciudad llenará tu lugar. Pero siempre serás mi raíz, y siempre recordaré el camino a ti. Tenías razón cuando me marcaste. –Soy un cuervo–. Perdóname. Intento perdonarte y dejar a la pequeña yo que vivió aquí, contigo. –I know the truth untold–. Si en el fondo somos huérfanos empujados a renacer en tierras ajenas; en la superficie somos flores que crecen y mueren una y otra vez. Y al final; sólo los cuervos perduran. Al final, somos llamados. Así que, debería estar bien.
La ciudad está llamándome.
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