Querida Calíope: Hace tiempo que no sé de ti y ando preocupada.

Quisiera disculparme por los reproches que te hice en tu última visita. No fue justo acusarte de haberme hecho un regalo envenenado, ni atribuirte mi angustia, mi sensación de fracaso. Pensé, no sé porqué, que esto de escribir sería gozoso y no este esfuerzo titánico, y a menudo torpe y desmañado, de poner orden al caos, de rozar siquiera la belleza. Este encontrar la palabra justa, este escarbar entre el lenguaje es más bien zozobra, desasosiego.

En vano he querido desprenderme de ti. Tenías razón. No puedo hacerlo. Si mato a la musa el cadáver soy yo. Vuelve ¡Oh numen! No me dejes sola en esta realidad indiferente. Acaricia mis días con tus mundos imposibles, con tus utopías y quimeras. Condéname al delirio, a la fabulación. Sumérgeme en el sueño de los que no podemos vivir únicamente con nuestros cinco sentidos, aunque sea dolor, desatino.

Quedo tuya siempre.

Entregar a Calíope.

Monte Olimpo. Cordillera de los Balcanes.

Grecia.

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